lunes, 16 de junio de 2014

EL PROFESOR ALIEN II



EL PROFESOR ALIEN II

El Sr. Buenavista termina su recorrido tomando filiaciones de las personajes de la Torre de Bable. Antes de acercarse al despacho del Sr. Aladro, abogadro, decide tomarse un respiro y sube a la terraza desierta (el día está nublado sobre París.La France). Se deja caer sobre una tumbona sin hacer caso de las cuatro gotas que comienzan a caer en ese momento.
Reflexiona sobre la increíble variedad de personajes y su varipinta condición de todo tipo. Como nos suele suceder en estos casos Buenavista no se mira al espejo por lo que no puede imaginarse la imagen que él da a los ojos de los demás. El más surrealista de todos es sin duda el profesor Alien. ¿Quién es en realidad este tipejo? ¿Se llama realmente así?
Tras varios minutos de intensa meditación sobre el personaje el aguacero descarga sin compasión y se ve obligado a entrar bajo techado. Decide entregar las filiaciones al Sr. Aladro a quien encuentra en su despacho. Los pies sobre la mesa, sin zapatos y sin calcetines, las plumas de hueso golpean una y otra vez sobre el legajo de papeles como si quisiera horadarla. Sin una palabra Buenavista deja la lista sobre el legajo y la pluma de Aladro golpea sobre ella. No dice nada y Buenavista le saca la lengua. Aladro se encoge de hombros y sigue percutiendo.
Ya en el pasillo Buenavista decide entrevistarse con CArl Future. Toma el ascensor, baja hasta el sótano y golpea con los nudillos a la puerta tras la que Future vigila que todo en la Torre de Babel permanezca en calma. Nadie responde así que abre la puerta.
Future teclea en un panel. Las imágenes de los monitores cambian. No se ha apercibido de su llegada. Buenavista se sitúa tras él y observa los monitores. En la escuela espiritualista Brunelli ha vuelto a roncar como un bendito mientras Milarepa no deja de hablar sobre los sueños. Por los pasillos las huestes de Candelaria recogen los aperos de limpieza dispuestos a marcharse una vez han logrado que la Torre parezca un edificio normal. En el hall el doctor Sun acompaña a Amab ilio y su comitiva. Como son tantos tienen que distribuirse en varios ascensores.
Buenavista se cansa de la sucesión de imágenes y decide hacerse notar, carraspea y Future ni caso, tose y lo mismo. Por fin pone su mano en el hombro del hombre y éste vota en el asiento. Saca su revolver y encañona a Bienvista. Al apercibirse de que se trata del economista vuelve el pistolón a su funda.
-Por Dios, Buenavista sea más prudente. Ahora podría muy bien tener un enorme agujero entre las cejas.
-No sea usted bruto, Future. Le bastaría con cerrar la puerta por dentro para no recibir estos sobresaltos.
-Es verdad. Me olvidé. Usted disculpe.
-Bueno, bueno, no pasa nada. Necesito de sus servicios.
-Usted dirá.
-¿Ha oído hablar del profesor Alien?
-Pues no. ¿Quién es?
-Ve. Ni siquiera usted sabe algo de ese tipejo.
-Le cuenta su sobresalto en la biblioteca.
-¿No podría consultar su ordenador y ver qué encuentra?
Future teclea como un desesperado. Al cabo de unos minutos se encoge de hombres.
-Nada. No hay nada sobre ese hombre. ¿Está seguro DE QUE NO SUFRIÓ UN ESPEJISMO, Buenavista?
-Seguro. Puede que haya utilizado otros nombres.
-Pues si no les conoce el ordenador no se les puede inventar.
-¿Y qué hacemos?
-Mire vaya a ver al profesor Alien y obtenga sus huellas dactilares.
-¿Cómo lo hago?
Future bufa.
-¡Leñe! Ofrézcale una bebida en un vaso y luego tome el recipiente con un pañuelo y tráigamelo.
-¿Y si no quiere beber?
-Pues ofrézcale un libro y haga lo mismo.
-Eso sí, seguro que no dice que no a un libro.
Buenavista sale pitando y Future se rasca la cabeza. La torre es la auténtica torre de Babel. Se dice en voz alta.

En la biblioteca todo sigue igual. Sobre la mesa el mismo montón de libros. ¿Pero dónde está Alien? Buenavista no puede verlo. Decide sentarse en la silla. Un terrible alfilerazo le hace votar y cae al suelo sobre la parte anatómica que usa habitualmente para sentarse.
Es entonces cuando puede ver al profesor Alien, sentado donde estuviera unas horas antes. En su mano derecha un enorme alfiler y en su boca una sonrisa desdibujada. ¿Cómo era posible que su presencia le pasara completamente desapercibida? ¿Acaso era un fantasma?

-¿Por aquí otra vez, Buenavista?  ¿Necesita algún dato más?
-No, todo está correcto, profesor Alien. Pensé que tal vez le aptecería comer y beber algo. Puedo acercarme a las cocinas y pedirle a Iñaki algo de comer. Se lo traeré en una bandeja.
-Muy amable, Buenavista, pero no necesita nada. Cuando me abismo en mis libros puedo pasarme varios días sin comer ni beber.

-Curioso. ¿Cómo lo hace?
-No suelo comer mucho habitualmente…
-Disculpe. Pero no me refería a eso. ¿Cómo es capaz de pasar desapercibido? Ni siquiera  puede verlo al entrar. Si no le importa me sentiría más tranquilo si guardara ese maldito alfiler.
-Claro, perdone. Lo llevo siempre conmigo porque es frecuente que alguien intente sentarse en mi silla como si yo no estuviera. En el caso de que se trate de una mujer atractiva no me suele importar, aunque no aguantan mucho sentadas en mis rodillas… por desgracia. Jejé.
Su risa era tan sutil y fantasmal como su rostro, como su cuerpo, como toda su persona. Buenavista. Se estremeció y decidió ponerse en pie. Observó perplejo cómo Alien se guardaba el enorme alfiler en una especie de cartuchera de acero que colgaba de su cuello. No la había visto antes porque el profesor la guardaba bajo la camisa, cuyos botones desabrochó antes con gran pericia.
Buenavista se acercó, sentándose al otro lado de la mesa.
-No ha contestado a mi pregunta.
-¡Oh, claro! Discúlpeme otra vez. La farsa de control de la invisibilidad es la más complicada de las farsas. Solo un auténtico maestro es capaz de hacerse invisible sin necesidad alguna de morir y transformarse en fantasma.
-Sigo sin comprender. ¿Podría ser más preciso?
-Claro. ¿Puede levantarme y traerme los Diálogos de Platón, ahí, justo a mis espaldas Buenavista, no podía creerse su buena suerte. Se levantó sacando el pañuelo doblado del bolso de su chaqueta se hizo con el libro que colocó discretamente al lado del profesor.

-¿No ha oído hablar de la caverna de Platón?
-Pues no, lo mío son las matemáticas, las estadísticas y la economía pura.
Alien se llevó un dedo a la boca, lo remojó bien y se puso a pasar páginas con más velocidad que un experto cajero. Buenavista entretando se frotaba las manos con disimulo. Por fin el profesor encontró lo que buscaba y leyó un párrafo que al dilecto economista le pareció pura literatura.
-En resumen. Platón creía que la realidad solo era un pálido reflejo de las ideas, luminosas y un pálido reflejo de las ideas, luminosas y deslumbrantes, de las que por una especie de clonación paupérrima procedía todo. La base de la invisibilidad está en apagar esa idea primigenia que late en todos nosotros y transformar su observación en una sombra discreta que puedda confundirse con el ambiente.
-No entiendo nada. ¿Cómo podría yo hacerme invisible?
Alien cerró el libro y lo apartó a un lado. Buenavista aprovechó que el profesor consultaba sus notas manuscritas para hacerse con el libro, envolverlo en su pañuelo y esconderlo bajo la chaqueta. Para sujetarlo introdujo la mano en el bolsillo y fue retrocediendo hacia atrás.
-Transfórmese en un mueble. Que los demás lo vean como parte de la decoración. Si se mueve hágalo como un mueble con patas. Estará unos metros más allá de donde estaba antes pero no llamará la atención. No hable sino le preguntan y si le preguntan diga los tópicos habituales. El interlocutor será incapaz luego de recordar si fue usted el que comentó que este verano hace mucho calor o fue el quiosquero habitual o lo oyó en el trabajo o en el ascensor…
Buenavista ya estaba cerca de la puerta de la biblioteca.
-Disculpe, profesor, me llama una urgencia. En otro momento seguiremos.
Buenavista al otro lado de la puerta no pudo controlar la curiosidad morbosa y miró hacia atrás. No pudo ver al Sr. Alien por lo que no tuvo la  seguridad de que el profesor ni le miraba, aunque hubviera apostado fuerte a que el dilecto sabio se había enfrascado de nuevo en sus libros.

Llegó con la lengua fuera y el libro asomando de los pantalones (no importaba porque el Sr. Alien no podía verlo y dudaba que ni siquiera le importara un comino lo que el estuviera haciendo) al reino tenebroso de Carl Future.

Echó mano del picaporte y adelantó un paso, lo que a punto estuvo de costarle un trompazo, porque la puerta estaba ahora cerrada. Llamó golpeando con los puños y luego a patadas. La puerta se abrió y Future asomó su cabeza futurista de pepino transgénico.
-¡Pero hombre! ¿De qué tiene usted miedo con ese pistolón al cinto?
-Fue usted quien me recomendó que cerrara por dentro. ¿Ya no se acuerda?
-Es cierto. Usted disculpe. ¡Uno tiene tantas cosas en la cabeza!
-Pase, pase. ¿Ha conseguido las huellas del presunto delincuente?
-Si, aquí están.

Buenavista le pasó el libro empañuelado y Future se apresuró en llegar al fondo del centro de control, abrió una puerta y Buenavista que lo había seguido, curioso, pudo ver un pequeño laboratorio criminalístico que en nada envidiaría al más moderno CSI televisivo.

Continuará.








viernes, 13 de junio de 2014

LADINO, EL TERRORISTA PSICOLÓGICO I





          EL CIRCO DE SLICTIK PRESENTAAA

          A  LADINO, EL TERRORISTA PSICOLOGICO



         NARRADO POR EL INSPECTOR CLAUSOT
         CON LA AYUDA DE SU AYUDANTE LA PANTERA ROSA.


Los tiempos cambian que es una barbaridad y esto vale tanto para la genética, que pronto nos permitirá mirarnos en el espejo de un rebaño de clónicos, si nuestro bolsillo está bien provisto, como en el terreno de la siempre cambiante y siempre astuta delincuencia. Ladino fue mi primer caso en el tenebroso mundo del terrorismo psicológico internacional. Con este ejemplar inédito e inaudito adquirí tanta experiencia que años más tarde sería nombrado inspector jefe de la brigada de antiterrorismo psicológico de Scotland Yard.

¿Qué quien soy yo? Me presentaré. Inspector Clausot de Scotland Yard a su servicio. Aunque tengo la nacionalidad inglesa y soy policía casi desde la cuna lo cierto es que ya no soy un chaval. Pongamos que tengo casi los cincuenta, unos años más o menos a esta edad no significan nada. No voy a describirme por discreción. En esta profesión la discreción si no lo es todo al menos se necesita en un ochenta por ciento, pongamos por caso, de nuestra actividad. Un policía discreto es un tesoro y la efectividad aumenta al menos un cincuenta por ciento, digamos por decir una cifra, comparado con el policía que aparece todas las semanas en las portadas de alguna revista del corazón.

Si como dice el refrán español uno es más de donde pace que de donde nace Clausot tiene más de apátrida y de errante vagabundo que de cualquier otra cosa. Me he pasado dos tercios de mi vida profesional como asesor de otras policías del inmenso mundo. No en vano hablo sin pensar más de doce idiomas y pensando previamente lo que voy a decir otra docena más de lenguas. Esta y no otra es la razón por la que puedo escribir esta larga historia en español o castellano, la lengua materna de Cervantes, sin necesidad de intérprete o traductor que todo lo manipula por muy honrado que sea. Y esta y no otra es la razón, por mucho que me guste pensar lo contrario, de haber sido elegido como asesor de la policía española en esta nueva forma de terrorismo que nos ha cogido en pañales a todas las fuerzas de seguridad del planeta. Soy consciente de lo extraño que suena este término de terrorismo psicológico pero tendrán que apechugar con él porque dará mucho que hablar en las próximas décadas.

Fui llamado a este maravilloso país inventor de la tortilla de patata y el rioja por correo electrónico urgente y codificado que llegó al mando supremo de Scotland Yard con prioridad uno que es la máxima para cualquier clase de asuntos relacionados con la delincuencia. Y aquí me tienen en su capital Madrid, más concretamente en el Ministerio del Interior. Estoy sentado en un cómodo sillón orejero frente a la mesa de caoba del ministro que está revolviendo en los cajones a la busca del expediente perdido. El señor ministro me recibió muy cordialmente en la puerta y, luego de despedir a los dos colegas que tuvieron el detalle de irme a buscar y traerme bien escoltado en un avión de Iberia, me estrechó la mano con tanta fuerza que el aire se llenó de chispas. Una vez en el interior del amplio y bien provisto despacho cerró la puerta con llave, conectó la alarma contra intrusos y el artilugio distorsionador de escuchas indeseadas y me escanció una buena dosis de bourbon en un vaso de pata de elefante que me puso en la mano con gran ceremonia. A continuación me ofreció un habano de su preciada cajita repujada en plata, puso a mi disposición el sillón orejero y se dispuso sin ceremonias a buscar el dichoso expediente que no acaba de aparecer. Mientras lo hacía me dio un poco de cháchara como hacen las personas bien educadas.

-No es por miedo a que nos escuchen el que haya cerrado la puerta con llave. Este despacho está diseñado a prueba de bombas y cotilleos. Se trata de que ni un solo hilillo de humo llegue a la nariz de mi secretaria o mañana me obligan a dimitir. ¿Ha oído hablar alguna vez de terrorismo psicológico, amigo Clausot?

Me atraganté debido a lo imprevisto de la pregunta. Hacía un año escasamente me obligaron a seguir un cursillo intensivo de contraterrorismo psicológico y gracias a mis desvelos obtuve un diploma en el que se aseguraba que el inspector Clausot era experto en la nueva locura internacional. Lo cierto es que a pesar de que en ningún país existe legislación al respecto tanto los servicios secretos como los servicios de información de la policía y el ejército llevan ya algún tiempo estudiando este curioso fenómeno. Hasta ahora los servicios secretos se han encargado de solucionar a su drástica manera habitual los casos más peligrosos pero ya se están dando los primeros pasos legislativos para sacar adelante una nueva ley que permita enchironar a estos nuevos delincuentes. Unicamente existe un país, Chokhar (un lugar perdido de la mano de Dios y de los hombres y no me pregunten en qué punto del mapamundi se encuentra porque me pondrían en un compromiso)en el que el dictador lleva ya tiempo aplicando la estricta ley que él mismo ha redactado. A todo terrorista psicológico confeso se le corta el pito, el de abajo, eso sí con anestesia, y de esta manera no le quedan más ganas de ir por ahí haciendo el payaso. En realidad este precedente no es nada serio puesto que aprovechando la nueva moda ha aplicado este calificativo a todo opositor al régimen e incluso a un pobre diablo que con arteras artes psicológicas sedujo a una de las múltiples esposas de su harén. Fue detenido inmediatamente y se le cortó el pito tras un proceso sin la menor garantía legal, de risa vamos.

Se empezaba a hablar de poner coto a esta insidiosa forma de terrorismo pero ningún gobierno se atrevía a dar el primer paso y llevar al parlamento un proyecto de ley tan polémico cuando surgió Ladino, un peligroso y muy habilidoso delincuente, lo que terminó con los pocos escrúpulos que quedaban al respecto. Ya se había producido algún escándalo al írsele la mano a los servicios secretos. Ustedes saben muy bien que la opinión pública es muy susceptible siempre a estas ejecuciones sin juicio previo.




Oír al ministro esta expresión y ponerme a temblar como una vara verde todo fue uno. Nunca me gustó reptar en la sombra como una serpiente oscura. Y esta iba a ser mi misión porque el señor ministro por fin encontró el dichoso expediente. No me siento tan transparentemente ético como un cristal recién repasado por una cuadrilla de limpiacristales de primera pero prefiero la delincuencia habitual a los métodos reptilíneos de los servicios secretos. Estaba ya temblando imaginando que el ministro iba a proponerme la caza de Ladino y yo iba a negarme así tal cual estaba, con el puro en la boca y el vaso de bourbon en la mano. En lugar de hacerme la propuesta directamente el muy ladino me tendió el perdido y encontrado expediente. En el mismo encontré una carta debidamente firmada y sellada por el jefe supremo de Scotland Yard en la que se me conminaba a ponerme a las órdenes de la policía española en todo lo que fuere menester previo cordial requerimiento al efecto.

Una vez vista la carta el ministro me tendió una foto que observé atentamente. Se trataba del retrato de un hombre de cuerpo entero vestido impecablemente con un traje caro, corbata de seda, zapatos relucientes, un maletín de piel en su mano derecha y un pirsing o como se diga en su oreja izquierda. Pero  lo que más llamó mi atención no fue el pendiente de las narices -también llevaba otro adminículo en ese apéndice- sino su sonrisa ladina que consiguió apagar mi puro como si de sus anchas napias hubiera salido un viento gélido muy fuerte.

-Este es Juan-Luis Armenteros Rodriguez, alias ladino. Creemos que se trata de un peligroso terrorista psicológico y solicitamos su colaboración para desenmascararle.

Se levantó de su poltrona y muy obsequiosamente reencendió mi puro con su Dupont de oro.

-Es más astuto que un zorro pero tiene una gran debilidad. Le gustan las mujeres más que al viento enredarse en la lencería fina de una dama burguesa tendida al aire libre, la lencería no ella, en el tendedero de su casa de campo. Por ahí precisamente le atraparemos, por los c...

Volví a atragantarme. Tosí violentamente. No me esperaba esta obscenidad en la boca de aquel señor tan peripuesto.

-Para ello necesitaremos la colaboración de su colega y amiga Lady Jane, más conocida como la pantera rosa. Tengo entendido que su atractivo es irresistible y su inteligencia casi superior a la suya, inspector Clausot, y le pido disculpas.

-No se disculpe, querido amigo. Lady Jane es una amiga tan adorable que no me avergüenza reconocer que su inteligencia duplica la mía y su atractivo físico es superior en un diez elevado a la centésima potencia. Estará encantada en colaborar con nosotros aunque confieso que se me eriza el bigote solo de imaginarla masticada por la sonrisa de este canalla.

Le devolví la foto. El estrechó mi mano y me obligó a dejar el puro en el cenicero de cristal de Bohemia para darme un abrazo. Momento que aprovechó para susurrarme en la oreja: "Su amiga ya está en camino. Me he permitido adelantarme a sus intenciones. Usted me disculpará, amigo Clausot".

Continuará.



LIN YI, PROFESOR DE TAICHÍ


                       LI YI, PROFESOR DE TAICHI...A SU MANERA


El Sr. Pestolazzi, dado el nulo éxito de las conferencias de D. Crisanto, mago blanco, decidió contratar por su cuenta a Li Yi, profesor de taichi,a su manera, claro, porque dice seguir un estilo propio, mezcla del Yang, Chen y Wu, más otros movimientos y técnicas inventadas por este chinito, más bien bajito, delgado como un junco, ojos rasgados y tan oblicuos que si el espectador le sostiene demasiado tiempo la mirada acaba por marearse y creer que se está tambaleando. Eterna sonrisa en su boca diminuta, de labios finos, a través de los cuales asoma un diente mal colocado. Es simpático dicharachero, aunque apenas sabe una docena de palabras en español y media en inglés, con las que se ayuda para que su chino resulte aún más incomprensible.  Su vitalidad le obliga a estar dando siempre saltitos, haga lo que haga. Se mueve como una serpiente o permanece quieto en la postura de la grulla el tiempo que sea necesario, hasta que el espectador crea haber sufrido una alucinación y descubra que lo que había imaginado un chino haciendo el espantapájaros ahora más bien le parece un arbolito, un bonsai colocado con discreción en una esquina.

En el salón oriental, al lado del chinoise, da clases gratuitas este chinito que sin gran consumo de energía y con muy poco esfuerzo conseguirá que los clientes del hotel descubran el qi y desbloqueen aquellos canales que tienen taponados desde tiempo inmemorial, causa de la mayoría de sus patologías. Y no solo los clientes del hotel, hasta los propios autores pueden colocarse de pie delante de su ordenador y comenzar la primera clase.

Más bien les aconsejo que se tumben porque comenzaremos con un ejercicio para percibir el qi estando tendido. Además de cómo ejercicio de taichi pueden utilizarlo para desarrollar su capacidad de visualización o cómo desarrollar su fantasía a través de imágenes.

Túmbense en el suelo, sobre la alfombra, separen los brazos de su cuerpo unos centímetros. Eleven las rodillas de modo que la planta de los pies quede pegada al suelo. Coloquen una mano sobre el vientre y otra sobre el pecho, concentrándose en la respiración. A continuación desplacen las manos a los lados con las palmas hacia arriba.  Ahora mantenga los codos apoyados en el suelo y levante las manos para que las palmas queden una frente a la otra, con los dedos apuntando hacia arriba y las muñecas rectas y relajadas. Respire e intente notar cómo el qi circula por sus manos. Notarán frio o calor o cosquilleo. Su consciencia, centrada en las manos, les hará darse cuenta de un montón de sensaciones que antes les pasaban desapercibidas. Conozcan su cuerpo, descubran el qi.

Y con esto acaba hoy su lección el profesor Li Yi. Y para que se hagan una idea de los muchos beneficios que obtendrán de la asistencia a sus clases, escuchen unos breves momentos algo sobre el taichi.



Nacido en china en torno al siglo XIII, era una síntesis de ejercicios de artes marciales y meditación en posición sedente. Su legendario fundador fue Chang San Feng, inspirado por el combate entre una grulla y una serpiente enrollada. Diseñó un evolucionado sistema de autodefensa, no basado en la fuerza bruta sino en la potencia del flujo, la flexibilidad, la maleabilidad y el arraigamiento. Además de sus beneficios como arte marcial, el taichi permite cultivar un flujo saludable de energía vital o "qi".


Y otro día más cosas.

MARIANELA LA CRITICONA I



                 
             EL CIRCO DE SLICTIK PRESENTAAA


               MARIANELA LA CRITICONA

                   POR EL NARRAADOR DECRÉPITO

Ya desde niña deseaba ser por encima de todas las cosas una especie de "arbiter elegantiae" sobre todos los temas y en todos los entornos imaginables. No queda duda alguna sobre el alto concepto que tenía ella de la elegancia, la cualidad más sublime del ser humano según su muy extensa y aquilatada escala de valores. Cuentan o cotillean, que viene a ser lo mismo, de su curiosa manía  de vestir a sus muñecas con diseños propios esbozados en su imaginación durante las largas que pasaba sentada delante del televisor. Sus padres se asombraban de que no viera nunca dibujos animados y sí las secciones de sociedad de los telediarios y otros programas dedicados al buen vivir de la gente bien. Especialmente le encantaban tanto los modelitos de los grandes modistos que portaban las señoras de alta alcurnia y bolso repleto. Si normalmente se comía las uñas de ansiedad, en estos momentos, claves en su vida, cuando una reina de la elegancia hacía su aparición en la pequeña pantalla llegaba al histerismo de la fan dando grititos y saltitos que revolucionaban su hogar de clase media tirando a baja.

El mundo de la alta burguesía fascinaba su imaginación desbocada de adolescente de tal forma que hubiera vendido su alma al diablo por una fortuna que la permitiera o permitiese codearse con lo más granado de aquellos maravillosos dioses de suaves y exquisitas maneras, vestimenta divina y elegancia suprema y absoluta. Marianela era entonces una adolescente saltarina que ignoraba lo que todos los viejos decrépitos (el cronista lo es) sabemos sobradamente. Quien pone su meta en parecer o en ser como los otros ya ha vendido su alma al diablo. Es sólo cuestión de tiempo el que esto se acabe notando.

Marianela huía de la gente de su entorno. No eran suficientemente "elegantes" para ella, decía torciendo sus preciosos labios en una mueca repugnante. No tenía amigas y no admiraba a ningún jovencito ni por su cuerpo "belo" ni por su inteligencia natural o artificial. Ninguno de ellos tenía "modales". No sabían ni lo que era la "elegancia".

Sus padres decidieron internarla en un colegio de monjitas por ver si allí mejoraban sus estudios y hacía alguna amiguita de cuna de caoba y no de aglomerado. Lo cierto es que llegó a admirar a aquellas deliciosas mujercitas de hábito que hubiera repudiado hasta el modisto más progre. A pesar de su rigidez extrema ella encontraba ciertos atisbos de elegancia en ellas.

Fue por entonces cuando descubrió de forma visceralmente apasionada lo que deseaba ser en la vida y no precisamente cuando fuera mayor porque la pobre Marianela lo fue desde que el chupete rozara sus preciosos labios. Quería ser periodista y llevar la sección de sociedad de algún diario o revista de primera línea. Y ello para no perderse ni una sola boda o evento social que mereciera la pena. En el internado compraba la revista "Mujer" con pasión de beata y la escondía bajo el colchón muy cuidadosamente para no ser descubierta. Con el tiempo las monjitas, que no eran tontas, llegaron hasta su tesoro con el resultado esperado. Profundamente decepcionadas y llorosas la conminaron a abandonar el internado sin ni siquiera atreverse a mirar su linda cara en un gesto de infinito desprecio que a Marianela no se le despintó nunca del subconsciente.

No le importó mucho, todo sea dicho, porque ya había decidido sobre su vida y nada ni nadie le iba a impedir alcanzar su meta de cronista social, de "arbiter elegantiae". En la universidad indagó desesperadamente qué compañeras o compañeros tenían pedigrí suficiente para merecer sus plomizos desvelos hacia sus personas. Encontró algunos ejemplares de su agrado a los que ensalzó hasta la saciedad en la sección de la revista universitaria dedicada al sano cotilleo que ella misma se adjudicó de forma tan violenta e irreversible que nadie osó oponerse a su furia de bacante social.

Aquella preciosa jovencita vivía únicamente para su carrera, sus amigos elegantes y su prometedor futuro que acunaba entre sus brazos con instinto maternal inconmovible. Nada de noviazgos, nada de jueguecitos seductores, tan estúpidos y vacíos ellos. La meta estaba siempre ante su mirada recatada haciendo palpitar sus llamativos pechos que eran la comidilla de los donjuanes universitarios.


Su carrera fue fulgurante. La primera de su promoción, becaria en la revista "Mujer" para la que siguió durante una temporada eventos de segundo orden hasta adjudicarse una columna no de forma violenta pero casi. Nadie, ni los más avispados, llegaron a prever su éxito fulgurante. "Marianela se lo cuenta" llegó a ser de imprescindible comentario en tertulias peluqueras, cafeterías de cierta clase y no digamos en cócteles y otras reuniones de gente bien. En la redacción comenzaron a recibirse tal cantidad de correspondencia de admiradoras y sobre todo de admiradores que se creó una sección especial encargada de recoger en correos los sacos para no enfadar a los carteros y luego clasificar las cartas por su interés intrínseco pero sobre todo por el escalafón social de los remitentes.

Algunas lenguas viperinas apodabanla ya a escondidas "Marianela la criticona" por su reticencia beligerante a otorgar elegancia así como así. Había que merecer cada uno de sus elogios. Sus críticas a cualquier defectillo de tres al cuarto en la vestimenta o en las maneras de la buena gente llegaron a ser tan demoledoras que la directora de la revista, Dº Alva de América y señora del Excmo. Sr. D. Pastrana vizconde de la Filosera, se vio obligada a despedirla con harto dolor de su corazón ante la amenaza de los ofendidos de llevar a los tribunales a su revista y a todo el personal, incluido el conserje (¡qué bochorno, por favor!).

Esta fue la segunda gran tragedia en la vida de Marianela. Curiosamente todas sus desgracias tenían que ver con expulsiones, nunca con amoríos, lo que indica bien a las claras la dureza de su corazón. "De facto" fue contratada por varios diarios de prestigio y revistas rivales de la indiscutible lider en el género rosa. Razón por la cual pudo seguir ejerciendo su vocación de cronista con redoblado ahínco. Ni siquiera las disculpas muy sentidas de Dº Alva, años más tarde, logró atenuar la amargura de su ignominiosa expulsión. Se negó a volver a la revista de sus entretelas a la que vapuleó con saña indómita.

No crean ni por pienso que este decrépito cronista es un machista recalcitrante. Lo mismo que hay mujeres para todos los gustos hay hombres para todos los disgustos. Lo que ocurre, y se lo voy a confesar de inmediato antes de que me de el infarto, es que estoy profunda y dolorosamente enamorado de esta "bela" y elegante mujer. Permítanme que introduzca algo de mi achacosa vida en esta crónica elegante, es imprescindible para la historia, en serio. A Marianela la conocí cuando ella era tan solo una deliciosa becaria que seguía eventos de segundo orden en la capital. Un servidor que era un columnista de prestigio en el reputadísimo diario "Mundo cruel" tuvo que hacer una sustitución un verano de tórrido calor. El director me conminó con la puerta de la calle sino sustituía a la cronista rosa que estaba de vacaciones en no se qué bodorrio de postín. Lo hice a mi pesar pero fue el acierto de toda una vida dedicada a la belleza porque no me deslumbró la novia que iba muy escotada sino Marianela que escondía lo que todos imaginábamos, sus hermosos pechos, bajo un modelo de prestigioso modisto confeccionado exclusivamente para ella porque a ninguna otra se le hubiera ocurrido ni hubiera admitido nunca esconder la fruta prohibida y mucho menos las rodillas bajo aquel extraño modelito monjil.

Pero sigamos con la biografía de Marianela. Esta nunca perdonó a Doña Alva a la que puso de ajo perejil en su horno particular donde lo mismo se cuecen los odios más acendrados que la sumisión más deliciosa. La herida llegó a crear gusanera y eso que un servidor de ustedes nunca pudo acercarse lo suficiente para coger un gusano. Mi adorada se transformó en una mujer mezquina, vengativa y plena de complejos que intentaba disimular bajo una agresividad verbal sin parangón en la historia de la crónica rosa. Su lengua viperina era temida por Reyes y plebeyos. Ni el amor que rechazó con denuedo a lo largo de toda su vida, ni la madurez que llegó en forma de arrugas muy disimuladas, logró calmar sus ansias de venganza. No se la conocía amor alguno aunque las malas lenguas dicen que se acostaba muy descretamente eso si con los hombres más elegantes del planeta fueran aristócratas sin un duro o simples ricos. Los desheredados de la fortuna estábamos fuera del alcance de su poderosa mirada. Una entre sus muchas frases se hizo célebre a lo largo del tiempo. "El pobre nunca puede ser elegante". Pasó a la antología de las máximas de Marianela, libro editado en rústica por Editores del corazón asociados.

Cuando el viejo, decrépito, pobre e impresentable cronista de esta historia pone las riendas a su desbocada crónica ella, la Marianela de mi corazón, tiene unos cuarenta años que más bien son ciencuenta, es una de las mujeres más elegantes del mundo según la revista "Mujeres elegantes". No puedo traducir con exactitud estos títulos porque este viejo decrépito siempre fue un "negao"  para los idiomas aunque en inglés creo que viene a ser algo así como "Women no se qué".

Se ha hecho la estética un par de veces, en pecho y rostro ( su trasero sigue levantando pasiones machistas) y es propietaria una cadena de revistas y diarios para la mujer que dicen en inglés "Women no se cual". Les traduzco al castellano viejo que es lo mío: "Mujeres, elegancia y estética y no sé qué más". Esta cadena de empresas, creo que en inglés se dice holding pero no estoy muy seguro, se completa con varios canales televisivos en los países más elegantes del mundo como son Paris-la-France, Nueva York-Usa y Barselona-Madrid-Spain y otros que me callo porque necesito usar el vaporizador. Sí, no se asusten ustedes, además de viejo y decrépito soy asmático lo que me obliga a llevar siempre conmigo este estúpido artilugio y usarlo en los momentos más oportunos e incluso en los más inoportunos.

Aprovechando el momento más oportuno me despido hasta la próxima crónica. En el próximo episodio podrán ver a Marianela  al desnudo y por favor reitero que no me tilden de machista. Mi amor por ella es tan puro que debo enchufarme unas cuantas dosis de vaporizador para contaminarlo un poco. Fue el gran amor de mi vida y a pesar de mis reiteradas proposiciones formales y mis apasionados y violentos asedios informales nunca fui admitido en su pequeño círculo, en su "petite comité".

¡Ay, Marianela, Marianela!. Te llevaste mi corazón en el primer encuentro. ¡Lástima esta falta de elegancia congénita! ¡Mecachis!


 Continuará si puedo superar esta crisis asmática.

miércoles, 11 de junio de 2014

CRAZYWORLD V (UNA NOVELA HUMORÍSTICA)




EL DOCTOR SUN

Dolores continuó contándome chismorreos sobre aquella clínica del demonio. Algunos eran más bien secretos o misterios, sin duda muy importantes, pero a los que no hice demasiado caso, muy ocupado en rematar el desayuno. Aún ignoraba que un tal Jimmy, “El Pecas”, tomaría el relevo de Dolores y me desvelaría con pelos y señales qué me esperaba de ahora en adelante.

Dolores recogió la bandeja, la colocó en el carrito y se acercó a darme un beso maternal, que yo agradecí como un pollito angustiado agradecería a su mamá clueca que le librará del miedo a ser comido por el habitual zorro, depredador de gallineros. En ese momento entró de nuevo Albert, como un ciclón.


-El doctor Sun me ha ordenado que lo lleve inmediatamente a su consulta.
A Dolores, inclinada sobre mi frente, con sus castos y enormes pechos reposando en mi nariz, no le hizo demasiada gracia la interrupción.
-Usted es idiota, Albert, y en su casa aún no lo saben.

Se irguió en toda su majestuosidad frente al matón de gesto agrio (tal vez se desayunaba con zumo de limón puro) y a punto estuvo de sacarlo del cuarto a sopapos. Pero se lo pensó mejor (tal vez el hecho de que yo hubiera terminado mi desayuno ayudó bastante) y acató las órdenes del gran jefazo, no sin antes poner las cosas en su sitio.

-Dígale al doctor que no consentiré que se lleve a mis pacientes sin desayunar. Que sea la última vez.

-Eso se lo explica usted misma al doctor.

-Lo haré. ¡Vaya si lo haré! Y por lo que a usted se refiere quiero que me trate a este joven como si fuera mi hijo o caso contrario me rendirá cuentas.

Albert calló, por la cuenta que le traía y Dolores salió con el carrito, muy tiesa y muy oronda. Las jambas de las puertas se apartaron unos centímetros, temerosas y recatadas.

Aquel mamón, matón y de leche agria, en cuanto mi benefactora desapareció de su vista, perdió los pocos escrúpulos que le quedaban. Sin presentarse, como es de buena educación, y sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, como es de gente, buena o mala, temerosa del destino, me tomó en sus brazos, sin ninguna consideración y se disponía a dejarme caer sobre una silla de ruedas, que había de traído de su mano, sin darle la menor importancia, cuando yo grité, primero, y después anuncié que no estaba dispuesto a presentarme en la consulta de un eminente doctor en pijama.

Albert me dejó caer sobre el lecho, que rechinó sobre sus goznes, y se dirigió, hecho un basilisco, al armario empotrado. Allí revolvió hasta sacar unos vaqueros con las rodilleras rotas y una camisa vaquera a rayas rojas y azules, realmente repugnante. Me calzó unas sandalias, tipo “pescador de hombres”, y tras haberme arrancado el pijama a mordiscos y colocado de cualquier manera la ropa, me volvió a tomar en brazos e hizo como que mi peso le obligaba soltarme bruscamente. ¡Embustero, trapacero, hijo de p…! La silla crujió, las ruedas se desinflaron y mi cuerpo protestó como un millonario al botones de un hotel de seis estrellas.

Todo fue inútil, porque aquel maldito matón emprendió una loca carrera. La puerta no se expandió, como en el caso de Dolores, y mis rodillas tropezaron con las jambas, primero con una y luego con otra. Mientras Albert conducía la silla por el pasillo, como si fuera un bólido de fórmula uno, me restregué mis rótulas y busqué roturas en huesos y músculos. No sufría daño alguno y observé curioso cómo la ropa se ajustaba a mi cuerpo, como si fuera de mi talla, o más bien como si hubiera sido hecha a medida. Anoté el dato para preguntarle a Dolores en la próxima ocasión.

Me habían adjudicado un cuarto en la quinta planta, la misma donde estaba situado el despacho del famoso doctor Sun. Eso me permitió librarme de la entrada en el ascensor. El grosero, estúpido y malnacido hijo de perra (me estoy refiriendo a Albert) llamó suavemente, casi diría que con dulzura, a la puerta, con sus nudillos de boxeador retirado. De haber empleado esa misma dulzura conmigo ahora nos estaríamos besando como apasionados amantes que acabaran de conocerse.

Una voz baja y varonil le invitó a pasar. La imagen que me hice del doctor Sun antes de atravesar la puerta fue más o menos ésta: fornido, ancho de hombros, alto, perilla a lo Freud, traje oscuro, estetoscopio colgado de su cuello…

Lo que vi fue esto otro: Un hombre tan canijo que su cabeza apenas sobresalía de la mesa de su despacho; tan morenazo que parecía negro; tan peludo que se le hubiera podido considerar como hijo del “hombre lobo”; tan serio que parecía Edipo tras sacarse los ojos, luego de haberse enterado que la tía buena con la que se acababa de acostar era su madre y el marido de la tía buena, su padre, y la jovencita con la que pensaba acostarse su hermana y…

-Buenos días, doctor Sun.

Aquel malnacido era un redomado pelota. Suele pasar que bestias pardas como aquel matón se achantan y besan el culo de un superior que inclina el dedo pulgar hacia abajo, con los antiguos césares.

-Buenos días, Albert. Coloque al paciente en el diván y luego puede irse.

Albert me tomó en sus brazos, con el mimo con el que un reciente esposo lleva a la esposa al lecho nupcial, y una vez en la perpendicular del diván, sin ningún remilgo, ni vergüenza, ni complejo, ni sentimiento de padecer una patología insana, me soltó sin avisar. Reboté, literalmente hablando, pero antes de tocar el suelo, el malnacido me empujó ligeramente con una mano y allí quedé, encajado casi de cualquier manera, en el amplio diván del doctor Sun. Este hombrecillo peludo hizo como que no hubiera visto nada, a pesar de que estaba observándome con los ojillos negros muy abiertos. Tomé buena nota y decidí odiarlo, aún antes de saber por qué razón o razones.

-Ya puedes irte, Albert. Regresa a por el paciente dentro de una hora.

-No me olvidaré, doctor.

-¡Maldito pelota, hijo de perra del averno! ¡ Así se rompiera la crisma por las escaleras!

Albert cerró la puerta con suavidad. Deseé ser una puerta.


-Bien. Póngase cómodo. Necesito que me de algunos datos para su historia clínica.

No hubiera necesitado el permiso del Dr. Sun para buscar mejor posición. Albert me había dejado en una posición realmente incómoda. Busqué acomodo en el diván y apenas lo hube encontrado cerré los ojos y me dispuse a dormir una buena siesta. Pero el Doctor no me lo permitió.

-¿Me ha oído?

La implacable voz de barítono del Dr. Sun hubiera seguido incordiándome el resto de la sesión, así que decidí contestar.

-No recuerdo nada.

-Bien. Ya suponía que era fácil que usted sufriera una amnesia post traumática. ¿No recuerda nada, nada de nada?

-Nada, doctor.

-Bien.

El Dr. Sun se sentó tras su mesa de despacho. Abrió un cajón, sacó un folio y se puso a escribir sin parar, con una pluma estilográfica, que relucía, tal vez era de oro.

Se trataba de un hombres bajito –sus pies no llegaban al suelo, según un pude observar por el hueco, bajo la mesa-y tan peludo que bien hubiera podido interpretar el papel de hombre lobo en una película, sin necesidad de maquillarse.
Moreno por naturaleza, cabeza grande y cuerpo enjuto, dientes amarillos, boca pequeña y mandíbula firme. Me pregunté si entre el personal de Crazyworld habría psiquiatras femeninos, y sí podría cambiar de Doctor, sólo con pedirlo.

-¿Conserva su cartera? Tal vez con su carnet de conducir tengamos bastante… De momento.

-Lo siento Doctor. No he visto mi ropa en el cuarto.

-Me enteraré.

El Doctor activó el interfono.

-Señorita Lucy, ¿puede venir un momento?

Por una puerta lateral, que sin duda comunicaba con el despacho de su secretaría, se introdujo una mujer joven, bajita, taconeando en morse.

-Lucy. ¿Puedes enterarte de lo que ha sido de la ropa de este joven?

-Sí, doctor. Era una vocecita remilgada, como el pedito del anfitrión en un cóctel. Salió, cerrando la puerta tras de sí. Al cabo de un minuto, que el doctor Sun empleó en observarme con interés, la misma vocecita de antes sonó muy intensificada por el interfono.-

-Doctor. Lo tiraron todo a la basura. La ropa estaba inservible, rota y manchada de sangre. Nadie sabe nada de la cartera.

-¿No se encontró alguna documentación?

-Me interesé por ello, doctor. Supuse que me lo preguntaría.

El Dr. Sun golpeó con sus dedos peludos el interfono, como diciendo: ¡buena chica, buena chica! En realidad se trataba de otra maldita pelota, con voz de pedito. Comprendí que mi malhumor nacía del trato recibido de Albert. Tal vez en otra ocasión descubriera encantos escondidos en el cuerpecito o de Lucy.

Continuará.

CRAZYWORLD IV (UNA NOVELA HUMORÍSTICA)


CRAZYWORLD IV

DOLORES

Una mujer, tan gruesa que la puerta se aparta un poco para dejarla pasar, se introduce en la habitación, con la fuerza de un tornado. Empuja un carrito metálico, que en sus grandes manos, parece un cochecito de bebé. Está repleto de bandejas que tintinean como campanitas de fiesta. Todas son redondas y ocultan alimentos bajo campanas metálicas que relucen como los chorros del oro. Ni en los hoteles más lujosos se sirven desayunos tan pantagruélicos, ni siquiera en la suite presidencial.

Cómo puedo recordar este detalle, cuando ni siquiera soy capaz de pronunciar mi nombre… Es un misterio.

-Hola, amigo. Me llamo Dolores, para servir a Dios y a usted, como decía mi abuela. ¿Puedo preguntarle su nombre?

-Puede, aunque siento mucho no poder contestar. Ni siquiera lo recuerdo.

-No se preocupe. Los golpes en la cabeza tienen estos efectos.

-¿Cómo sabe que me golpeé la cabeza?

-Dolores conoce todo lo que sucede en Crazyworld. No hay nada que se le escape. Anoche sufrió un accidente en su coche y los vigilantes de seguridad le encontraron desmayado a la puerta.

Extendió un mantel sobre mi pecho, tras doblar la almohada y acomodarse. Puso en mi regazo una bandeja con patas y destapó un par de platos que olían tan bien que alimentaba con solo bajar la nariz.

-Riñones al jerez y salchichas con huevos a la plancha. Imagino que tendrá usted mucho apetito, amiguito.

Antes de que pudiera responder lo hicieron mis tripas, emitiendo un gluglú muy aparatoso.

-Hágalas caso, amiguito, y no se preocupe por la cuenta, que esto es gratis.

-Me alegro que haya sacado el tema. ¿Han encontrado mi cartera o alguna tarjeta de crédito?

-Aún no. Eso ayudaría. No a pagar la cuenta –que el doctor Sun ya ha dado órdenes de que se le trate como a su invitado- sino a identificarlo.

-¿Quién es el doctor Sun?

-El director médico de Crazyworld. Si él no puede curarle, créame cuando le digo que nadie lo hará. ¿Quién le atendió anoche?

-¿No me dijo que lo sabía todo?

-Pero antes hay que preguntar.

-Pues solo recuerdo a una enfermera muy rara, que me miraba como si me fuera a clavar los colmillos. Se relamía cada poco. Me sentí un bomboncito en su boca.

-Kathy. Esa es Kathy. Ni siquiera es enfermera. El doctor Sun la obliga a trabajar, como terapia… Pero vaya comiendo, buen hombre, que yo mientras tanto le pondré al corriente de los secretos de Crazyworld. ¿Quiere un vaso de zumo para bajar la comida? ¿Sí? Pues como le decía Kathy es una paciente. La pobrecilla es ninfómana o adicta al sexo, como se dice ahora. No puede ver un pantalón sin tirarse a él, aunque lo lleve una mujer. Le gustan sobre todos los nuevos, si son jóvenes y guapos, como es el caso, mucho mejor… Tenga cuidado con ella, porque hasta a mí un joven tan guapo como usted me hace tilín entre los pechos. Se relamía porque estaba imaginando lo que hará con usted, amiguito. Pero no se preocupe, porque la jefa de enfermería, la señorita Ruth, ya ha ordenado que cierren su habitación por las noches y un celador vigilará la puerta para que ella no pueda colarse.

Dejé de comer riñones, muy sabrosos, para hacer una pregunta mientras imaginaba qué podría estar haciendo mi sex-appeal entre sus enormes pechos.

-¿Y quién le dio vela en este entierro a esa señorita Ruth?

-No se deje guiar por sus instintos, amiguito, o Kathy se lo merendará en dos bocados. Hágame caso. Sé lo que me digo. Más altas torres han sido exprimidas por sus colmillos de vampira. En cuanto a la señorita Ruth, se trata de una mujer mayor, delgada como un palo, plana como una tabla de planchar y tan desagradable como una serpiente de cascabel. Pero sabe lo que se hace…

Di buena cuenta de los últimos riñones y me pasé a las salchichas con huevos a la plancha. Mientras Dolores continuó poniéndome al día de los secretos de Crazyworld. Aquella mujer hablaba más que un locutor de radio retransmitiendo un acontecimiento que no termina de echar a andar.

-Aquí estará bien, amiguito. Dolores lo cuidará como al hijo que nunca tuvo. Aunque no me vendría mal que eligiera un nombre provisional. Me siento como una tonta, hablando sin parar y sin poder dirigirme a usted por su nombre.

No le hice caso. Acabé las salchichas y los huevos. Dolores me sirvió una taza de café que olía como el elixir de la eterna juventud. Me untó las tostadas con mantequilla y mermelada de fresa. Antes de llegar a clavarle el diente a la primera, se abrió la puerta y un armario malencarado, vestido de blanco, se dirigió a ella con muy malos modos.

-El doctor Sun le está esperando.

-Dígale al doctor, Albert, que no pondré a mi protegido en sus garras con el estómago vacío. ¡Vaya a decírselo! No se quede ahí, como un pasmarote.

La puerta se cerró tras Albert. Mordí la tostada y Dolores volvió a lo suyo.

CRAZYWORLD III (UNA NOVELA HUMORÍSTICA)



CRAZYWORLD III


UNA CLÍNICA DE LOCOS



Peleaba con un extraño monstruo que pretendía clavarme los colmillos en el cuello. ¡Menos mal que me desperté! Me encontraba en una amplia habitación, muy lujosa, muy bien decorada, vamos, como si no fuera un hospital. La luz del día penetraba por las rendijas de la persiana. Me toqué la cara. Estaba vendada. Me toqué las piernas. Supe que no me las habían cortado. Pasé mi mano por la bragueta del pijama… todo seguía en su sitio.



De pronto la puerta se abrió y entró una enfermera. Era distinta a la de la noche. No estaba nada mal, cierto, pero mi enfermera de noche estaba mucho mejor. Aquella era guapa pero la otra estaba como mi deportivo antes de transformarse en un acordeón.

Con la lucidez de la mañana deduje que o bien el coche era de mi propiedad, con lo que podía dar por seguro que era un ricachón o bien lo había robado y en ese caso era un ladrón nada, nada tonto. Prefería la primera alternativa. Aunque continuaba sin poder recordar ni siquiera mi nombre.

-Me llamo Alice. Y seré su enfermera de mañanas. ¿Cómo se encuentra?

-Creo que bien.

-¿Solo lo cree?

-Bueno, ahora que está usted aquí, estoy bastante seguro.

-Jaja. Esa es buena señal. Llamaré a Dolores para que le traiga el desayuno. ¿Tiene apetito?

-¡Ya lo creo! Debo haberme pasado veinticuatro horas sin probar bocado.

-No se preocupe. Aquí alimentamos bien a nuestros pacientes.

Y salió del cuarto. No sin antes dirigirme una sonrisa, realmente seductora.

CRAZYWORLD II (UNA NOVELA HUMORÍSTICA)



CRAZYWORLD II

UNA ENFERMERA MUY EXTRAÑA

Abrí los ojos y pude ver frente a mí un bello y joven rostro de mujer.

-¡Vaya! ¡Vaya! Nuestro jovencito vuelve a la vida.

-¿Dónde estoy?

-En Crazyworld, por supuesto. Le hemos reparado algunos costurones en el rostro, en la espalda y en la piernas. Nada grave, se lo aseguro. Quedará tan guapo como siempre.

-Quiero ver al doctor.

-Lo siento. Se ha ido a dormir. No le ha gustado nada que le despertaran en plena noche. Tiene usted suerte de que no lo dejara desangrarse.

-¿Cuánto tiempo permaneceré aquí?

-El doctor dice que los golpes en la cabeza son impredecibles. Tendrá que pasarse una temporadita con nosotros. No tenga miedo. Lo trataremos muy bien.

La enfermera –ahora podía darme cuenta de que llevaba uniforme, tras observar detenidamente su cuerpo- se relamió los labios, en un gesto que no me pareció precisamente muy normal.

-¿Qué piensan hacer conmigo?

-Ahora está en el quirófano. Lo llevaremos a una habitación. No sin que antes le ponga una inyección calmante a mi niño guapo. Necesita dormir y descansar. Mañana dejaremos que coma todo lo que quiera.
La enfermera sonrió, enseñándome sus afilados dientes, y me clavó la jeringa antes de que pudiera darme cuenta. Quise decir algo, pero la vista se me fue nublando, hasta acabar en una oscuridad absoluta.




CRAZYWORLD



Un frenopático para millonarios locos
PROTAGONIZADO POR EL DOCTOR SUN, DISCÍPULO DE JUNG EN SU PRIMER PAPEL SERIO





INTRODUCCIÓN



Crazyworld es la novela de los locos. En este caso son millonarios locos, lo que ayuda mucho a las situaciones humorísticas. Esta es una novela humorística, aunque con momentos serios y hasta muy dramáticos, yo diría que trágicos. En ella mi personaje humorístico, el doctor Sun, discípulo de Jung, hace su primer papel "serio", es un decir.
No voy a presentarles ahora a todos los personajes de la novela, ya los irán conociendo y cuando sea preciso confeccionaré un índice, para que no se pierdan.
Pretendo darles una imagen, más o menos aproximada, de cómo es Crazyworl, sus edificios y entorno, y de cómo son sus personajes. Iré subiendo fotografías conforme vaya encontrando parecidos razonables. 
Intentaré al menos subir uno o dos capítulos mensuales, si pueden ser más, mejor. Espero que la disfruten tanto como yo al escribirla, lo que ya sería mucho, muchísimo. Que ustedes lo pasen bien. 
Crazyworld, mundo loco, así titulé una especie de thriller que inicié hace años, con la intención de convertir un psiquiátrico o frenopático, para locos ricos y aristócratas, en una trampa mortal. La historia era dura, pero con el tiempo el humor pudo con ella y al final decidí bloquearla a la espera de encontrar el tono justo. Finalmente he decidido "fichar" a mi personaje humorístico, el doctor Sun, discípulo de Jung, para darle definitivamente el tono humorístico al que me iba llevando la historia, párrafo tras párrafo, en caída libre.

En esta sección irá esta historia y todo lo que haga referencia a la locura. Desde los personajes del doctor, empezando por el paciente empático, hasta los locos egregios de nuestro tiempo (prefiero no citar nombres de momento). Todos los enfermos mentales serán bien acogidos y convenientemente tratados por el doctor Sun. Empezando por un servidor de ustedes que está en terapia para combatir su fobia social, sus manías obsesivo-compulsivas, y terminando por los personajes públicos más relevantes, quienes pasarán de vez en cuando por la celda de castigo del doctor Sun, hasta que reconozcan sus patologías.

Tardaré un poco en poner en funcionamiento esta clínica, llamada Crazyworld. Antes conocerán al doctor Sun en la sección del Hotel.

Sean bienvenidos todos los locos y sean castigados a la celda de castigo todos los auténticos locos que se creen cuerdos... Ustedes lo pasen bien. 











CRAZYWORLD


I


LA LLEGADA

Desperté, o más bien volví en mí, en plena noche. Me encontraba atrapado entre los hierros de un coche, que supuse mío. Aunque más bien debería decir que se trataba de un acordeón sin techo –era un deportivo descapotable- directamente empotrado en el grueso tronco de un árbol.

No recordaba nada. Deduje que yo era el conductor, que me gustaba correr y que el accidente era estadísticamente muy probable. Pero lo que realmente urgía era salir de allí. Di una orden a las piernas y estas se movieron –menos mal- utilicé brazos y dientes para desprenderme del airbag y culebrear hasta que terminé en el suelo, primero la cabeza y luego la espalda.

A pesar del terrible vacío que notaba en el interior de mi cráneo, una tímida lucecita se encendió en mi cabeza. Lo importante era alejarme del vehículo accidentado, porque éste podía explotar, aunque si no lo había hecho ya, era posible que no lo hiciera en el futuro. ¡A ver quién es el guapo que se juega su vida a una suposición!

Me arrastré como pude por el suelo mullido del bosque hasta llegar a una distancia prudencial. Allí me senté, apoyándome en el tronco de un árbol y recapitulé lo ocurrido. Seguía sin recordar nada. Estaba vivo. Cierto, ¿pero estaba bien? Me dolía todo el cuerpo. La cabeza era una pelota de baseball golpeada una y otra vez por el bate. Por el rostro se deslizaba una sustancia viscosa y repugnante. La palma de mi mano derecha tocó la piel con cuidado. A la escasa luz de los faros del coche, que aún seguían encendidos, pude comprobar que era sangre. Para cerciorarme más pasé la lengua. Desde luego no era gasolina.

Así pues urgía encontrar ayuda. Me levanté haciendo un esfuerzo ímprobo y seguí la carretera, pensando que al menos pasaría alguien, de vez en cuando... No pasó nadie. A mi derecha pude ver un letrero mohoso que decía: “Crazyworld”. Un camino de tierra supuestamente conducía al mundo loco que esperaba fuese mi salvación.

Al fondo, entre los árboles, titilaba una lucecita lejana. Cada vez me encontraba más débil y la masa viscosa no dejaba de moverse lentamente por mi cara. Tambaleándome me moví en aquella dirección... No sé cuánto tiempo transcurrió, ni si me desmayé en algún momento. Finalmente llegué a un muro de piedra, con una verja metálica. Estaba cerrada. Me así a ella y respiré anhelosamente. A mi derecha pude ver una luz roja parpadeando. Tardé en darme cuenta de que se trataba de un timbre. Puse mi dedo en él y esperé...y esperé... hasta que caí redondo al suelo

CONTINUARÁ

NO SE PIERDAN EL SIGUIENTE CAPÍTULO DE ESTE CULEBRÓN, LA HISTORIA MÁS LOCA JAMÁS CONTADA, LA NOVELA MÁS DELIRANTE QUE JAMÁS SE ESCRIBIRÁ, TITULADO "UNA ENFERMERA MUY EXTRAÑA".

PARA LOS QUE ACABEN SIENDO ADICTOS A ESTE CULEBRÓN, ANUNCIARLES QUE EXISTE UNA VERSIÓN "RADIOFÓNICA", COMO LOS CULEBRONES DE SAUTIER CASASECA CON MATILDE CONESA Y MATILDE VILARIÑO...¡QUÉ MAS QUISIERA YO! EN REALIDAD SE TRATA DE AUDIOLIBROS GRABADOS POR EL AUTOR, CON SU PROPIA VOZ, DE LOS PRIMEROS CAPÍTULOS DE ESTE CULEBRÓN... SI SON BUENOS TENDRÁN EL ENLACE, SI SON MALOS PUEDE QUE LES HAGA LLEGAR LA VERSIÓN ILUSTRADA...YA VEREMOS

PUBLICIDAD A CARGO DE MARTÍN, DIRECTOR DE MARKETÍN, QUE SE AUTOCONTRATÓ PARA LLEVAR LA GESTIÓN COMERCIAL DE ESTE PRODUCTO, EN CONTRA DE LA ORDEN TERMINANTE DEL AUTOR. ESTO ME SUENA A LAS OPERADORAS TELEFÓNICAS, QUE TE LLAMAN Y TE LLAMAN, TE CONTRATAN SIN DARTE CUENTA Y ENCIMA NO TE DAN EL TURRÓN NAVIDEÑO.

CARNAVAL Y PRIMAVERA EN EL JARDÍN DEL EDÉN

CARNAVAL Y PRIMAVERA EN EL JARDÍN DEL EDÉN

 
 
 
 
 
 
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ImagenANTECEDENTESCARNAVAL Y PRIMAVERA EN EL JARDÍN DEL EDÉN
ANTECEDENTES
Carl Future llegó a nuestro tiempo presente desde un lejano y deteriorado futuro. Como todo héroe que se precie tuvo que elegir entre la espada y la pared, o lo que es lo mismo, entre una muerte segura y una muerte muy probable, casi segura. Rebelde contra todo lo establecido en aquel tiempo, que era mucho peor que todo lo establecido en este tiempo, fue considerado terrorista y su cabeza puesta a precio, un precio variable según la cotización en bolsa. Decidió robar una nave y lanzarse de bruces contra un agujero negro, pensando que o bien resultaba comprimido y nadie lograría nunca descomprimirlo o bien terminaría en algún lugar de la curvatura espacio-tiempo, con lo que se habría salvado y sus perseguidores no podrían perseguirle salvo que arriesgaran su pellejo, algo que pensó no harían nunca, puesto que ellos no tenían que elegir entre la espada y la pared.
Por suerte nuestro intrépido héroe aterrizó en nuestro presente espacio-temporal, donde llevó a cabo diversos trabajos como ingeniero informático, electrónico, industrial, aeroespacial y algunos trabajillos más. En su currículum consta que también estuvo como jefe de mantenimiento en el Hotel de los Disparates, en tiempos del director Sr. Pestolazzi. Fue allí donde conoció al profesor Cabezaprivilegiada.
Enterado de que sus perseguidores habían logrado encontrar el punto exacto de la curvatura espacio-temporal donde se encontraba Carl y lo estaban buscando con GPS, no perdió el tiempo preguntándose cómo lo habían encontrado y por qué razón se atrevieron a lanzarse de cabeza al agujero negro, se entrevistó de inmediato con el profesor Cabezaprivilegiada, le contó toda la historia y le pidió que le ayudara a construir un generador capaz de transportarlo en el espacio-tiempo, hacia algún lugar remoto donde nadie, ni siquiera sus perseguidores pudieran localizarlo. Tras una ardua negociación en la que el profesor le pidió ayuda para construir alguno de sus preciados juguetitos a cambio de la inapreciable ayuda que solicitaba, ambos se pusieron manos a la masa.
Por suerte o por desgracia el primer experimento fue fallido y ocurrió lo siguiente:
CONSECUENTES
No solo Carl Future sino también el propio profesor Cabezaprivilegiada y el millonario Slictik y su esposa Karen Lactic y hasta el monje Milarepa resultaron también “abducidos” por así decir y ambos-todos “aterrizaron” en una curvatura del espacio-tiempo muy especial, porque nadie tiene claro que el jardín del Edén o Paraíso terrenal esté situado en un espacio y en un tiempo determinados. Justo al entrar en la atmósfera sus ropas se volatilizaron. Digamos que la estampa sería la siguiente: Todos caminan desnudos, en pelota picada, como sus mamás los trajeron al mundo, hacia el gigantesco árbol de la ciencia del bien y del mal, bajo cuya copuda copa están nuestros primeros padres, Adán y Eva, desnudos y aburridos. Solo Milarepa, casto y célibe, ha colocado sus manos sobre sus partes pudendas y camina a saltitos. Al parecer otros han resultado también abducidos, aunque por “aterrizar” en otros puntos del jardín del Edén, desconocemos su número y nombre, aunque es seguro que también han terminado en pelota picada.
En la hora universal estándar faltan pocos días para los carnavales o carnestolendas y algunos más para la primavera. Lo que suceda allí, Jardín del Edén o Paraíso Terrenal, o como quieran llamarlo dependerá de nuestros primeros padres, de nuestros invitados, de los abducidos, de la serpiente, de la manzana, del ángel con la espada de fuego y de nuestro divertido creador, o sea Dios, padre el humor y el divertimento.
NOTA DEL NARRADOR O POSDATA A ESTA MISIVA ESPACIO-TEMPORAL
Celebrar la primavera en pelota picada no es complicado. Dicen las malas lenguas que ya Stravinsky imaginó su Consagración de la primavera en una ceremonia desatada y orgíastica, en la que faunos y ninfas, y nuestros ancestros, la celebraron de esta guisa, desnudos, pero les aseguro que celebrar un carnaval sin disfraces y en pelota picada no es sencillo, ni en Cadiz. No obstante barrunto que andando por medio Carl Future y nuestro ínclito profesor algo se les ocurrirá… seguro.
EN CAPÍTULOS ANTERIORES…Carl Future pide ayuda al profesor Cabezaprivilegiada para escapar de sus perseguidores que le han localizado en este tiempo. Ignora cómo han podido hacerlo y que al atravesar el agujero de gusano hayan caído precisamente sobre su cabeza, pero ha ocurrido y en esta situación de emergencia no duda en negociar con el profesor chiflado que le ayude a generar un nuevo agujero de gusano que le lleve lejos de los matones que el futuro ha enviado en su busca. A cambio el profesor le ha pedido unos cuantos artilugios y algún que otro secretillo para utilizar en sus inventos y regalos. Por desgracia se produjo algún fallo en el generador de agujeros de gusano porque no solo Carl Future se fue al futuro o al menos a otra dimensión sino que le acompañó el profesor chiflado y junto con él cayeron sobre una tierra extraña un grupito de personas muy variopinto, entre ellos el millonario Slictik, su esposa Karen Lactic, y un monje budista llamado Milarepa.
UN CARNAVAL UN TANTO ATÍPICO
Tan pronto tocó suelo Milarepa se preguntó qué había fallado, porque a su lado se lamentaba del golpe el profesor Cabezaprivilegiada. Antes de hacerse otras preguntas, todas muy urgentes, como dónde se encontraba y qué ocurriría ahora si necesitaba regresar o escapar a otro lugar, dado que el profesor estaba con él y sin el generador. Carl Future volvió la cabeza y miró al cielo, observando un extraño fenómeno que le llenó de pavor.
Sobre una colina grisácea, con algún que otro arbolillo y pedrusco, y en un cielo igualmente en blanco y negro, podía apreciarse un revoltijo de nubes que parecían seguir dando vueltas en círculo o espiral. Sin duda eran los últimos coletazos del agujero de gusano que les había exportado hasta allí. ¿Pero dónde estaban? Esa era la pregunta del millón.
Ayudó al profesor a levantarse y fue entonces cuando se llevó una sorpresa morrocotuda al observar que el egregio personaje se encontraba en pelota picada y le miraba con un horror inexpresable pero sí expresado. Future bajo la vista y pudo ver algo que podía contemplar habitualmente en la ducha pero no en público. La conclusión fue evidente, ambos dos estaban desnudos, en pelota picada, y se contemplaban con cara tal de sorpresa que era para hacerles una buena foto. Se pusieron en camino, bajando de la colina hasta un hermoso valle, florido y hermoso, repleto de amapolas, y allí descansaron y giraron en redondo buscando una dirección hacia la que encaminar sus pasos con algún sentido.
Fue entonces cuando contemplaron un espectáculo digno se ser contemplado: Una pareja desnuda se deslizaba entre hierbas y amapolas en dirección a un gran árbol, muy copudo, que ascendía hacia el cielo, como si deseara tocarlo. A su lado un joven desnudo brincaba con las manos sobre las partes pudendas, dando un espectáculo muy penoso. Decidieron seguirles y al cabo de un tiempo no muy prolongado estuvieron a vista de saltamontes del enigmático árbol.
La sorpresa no tuvo límites cuando escucharon unas risitas que parecían proceder de aquel árbol mágico. Tras de su orondo tronco salieron dos figuras desnudas que tal parecían nuestros primeros padres Eva y Adán o Adán y Eva, puesto que el mito de la costilla de Adán, de la que surgió Eva fue abolido como mito machista, lo mismo que el posterior mito en el que Adán salía de la costilla de Eva, un novedoso mito feminista y lo mismo que el mito gnóstico, según el cual Eva fue preñada por la serpiente y dio a luz a Adán, el cual intentó matar a la serpiente pero ésta se lo tragó, como a Jonás, y al salir de su vientre el hombre no recordaba nada e intentó seducir a Eva… y así está la historia en el jardín del Edén.Bajo el árbol del bien y del mal –porque para entonces todos los “invitados” ya sabían dónde se encontraban- se produjo una curiosa asamblea hippie, con desnudos y flores., Desnudos estaban ellos y las flores estaban bajo sus traseros. El millonario Slictik miraba el desnudo de Eva como si no fuera su madre sino una rubia de playboy (y aquí el narrador se hace una pregunta, ¿era Eva rubia o morena, de raza blanca o de otro color?) y Eva le miraba como si ya supiera cómo eran los hombres, pero preguntándose cuándo había tenido un hijo y por qué no recordaba la preñez y por qué le había salido tan deformado y tonto.
Adán miraba a Karen Lactic con el deseo con el que todos los hombres miran a las mujeres y especialmente si son atractivas. Y Carl Future miraba su muñeca donde aún permanecía la pulsera de control de agujeros de gusano que el profesor le había puesto con el fin de enfrentarse a cualquier posible imprevisto. Y el profesor miraba al cielo porque no se atrevía a mirar a su madre Eva, así desnuda, ni a Karen Lactic, ni se atrevía a mirar para abajo por temor a observar su órgano genésico y mingitorio a la vez. Y Milarepa estaba intentando entrar en meditación, pero no lo conseguía porque no soportaba su propia desnudez y menos la desnudez ajena. Todos somos imperfectos y quien no lo fuere que tire una cualidad al río e intente pescarla. Hasta el más santo, hasta el más místico, hasta el pedazo de pan con tumaca que era Milarepa tiene un defecto de carácter y al pobre le dio por no soportar la desnudez, ni la propia –se duchaba con su túnica- ni la ajena y menos la desnudez femenina y aún menos la desnudez femenina seductora y aún menos la desnudez de su madre original y seductora.
Tras las presentaciones y un poco de cháchara intrascendente, para que todo el mundo se repusiera del susto, a Carl Future casi se le saltan las lágrimas al ver la incomodidad de Milarepa. Se acercó a la oreja del profesor y ambos, poniéndose en pie, sin preocuparse ni mucho ni nada de su tubo mingitorio, pidieron permiso a nuestros primeros padres, como nietos o biznietos o tataranietos o ¡vaya usted a saber! que eran que les permitieran ausentarse un momento.Cuando regresó Carl, solo, Milarepa corría entre las amapolas, intentando que se le viera lo menos posible, y el millonario Slictik estaba invitando a la pareja formada por Adán y Eva a su club de millonarios en Marbella. Future le pidió a Milarepa que le acompañara tras unos matorrales y cuando salieron Milarepa portaba una máscara sobre el rostro y otra sobre sus partes pudendas. Según explicó Future a todos se habían encontrado con un tal Don Alcanfor, modisto y decorador, quien a requerimiento de ambos confeccionó un par de máscaras para Milarepa y ambos, profesor y don Alcanfor, se quedaron parloteando sobre cómo solucionar de una forma menos provisional la desnudez de Milarepa. Fue entonces cuando Cabezaprivilegiada recordó su reloj de pulsera multiusos, al estilo James Bond, y mirando la fecha observó complacido que estaban en pleno carnaval. Eso le dio una fantástica idea, si conseguía alambicar y luego mezclar los pigmentos necesarios y don Alcanfor lograba construir un pincel especial, podrían tatuar a Milarepa y a todo el que quisiera, puesto que si estaban en carnaval ni el jardín del Edén les impediría celebrarlo.
Continuará.
DESFILE DE CARNAVAL EN EL JARDÍN DEL EDÉNEste narrador no tiene palabras para describir el caos, el pandemonium, el alboroto, el desorden, el aquelarre que acabó por adueñarse del en otro tiempo (es un decir, porque al parecer en dicho jardín no existía el tiempo) idílico jardín donde nuestros primeros padres fueron situados para que se conocieran, se amaran y procrearan hijos, nietos, bisnietos y así generación tras generación durante siglos y milenios (es un decir de nuevo).
Este narrador no acaba de entender muy bien lo que al parecer se describe en la Biblia, concretamente en el Génesis, porque es imposible que nuestros primeros padres tuvieran hijos si no se habían apercibido aún de que estaban desnudos (se dice en la narración bíblica que lo supieron al comer de la manzana). Fueren cuales fueren los hechos acaecidos y las explicaciones hilvanadas a posteriori, creo que fue una pena que se comiera la manzana, bien por instigación de la serpiente o de la propia Eva o del machista Adán, que primero tiraba la manzana y luego escondía la mano, o bien como describiré en algún momento debido a al desfile carnavalesco que acostumbra a terminar mal –o bien, según se mire- porque con tanta máscara uno se olvida hasta de su personalidad y responsabilidad social. Y digo que fue una pena porque al parecer, sino se hubiera comido ahora no existiría el mal en el mundo, ni las guerras, ni el hambre, ni la violencia, ni … tantas cosas malas que prefiero no nombrarlas y toco madera… del árbol de la ciencia del bien y del mal. Ahora mismo, sin que hubiera transcurrido el tiempo, todos podríamos estar, tan ricamente, en el jardín del Edén, desnudos y sin apercibirnos de ello, amándonos y dejando que los frutos del amor se nos subieran a las barbas patriarcales, extendiéndonos por el vasto territorio del jardín sin que ello produjera conflictos y guerras fraticidas por las fronteras y gritos de independencia y la confusión de lenguas que se produjo con la Torre de Babel… que esa es otra y prefiero no mentarla, como a la bicha.
Dicho lo cual procedo a narrar los eventos, tal como llegaron a mis sentidos y luego fueron procesados, atenuados, censurados por mi mente de narrador que quiere quedar bien con todo el mundo y mal con nadie. No se sabe muy bien cómo el resto de abducidos supo de la reunión junto al árbol de la ciencia del bien y del mal. No se sabe, pero se intuye que en aquel idílico jardín el árbol, enorme como una secoya y copetudo como un político en un mitin, necesariamente tendría que atraer a todo el que tuviera dos ojos y dos dedos de frente en un vasto radio de dos millones de kilómetros a la redonda, pongamos por caso. Así fue como fueron llegando más y más abducidos, que eran tantos como las arenas de la playa y las gotas en el mar, si bien fueron llegando poco a poco y eso permitió un poco de respiro a todo el mundo.
Se formó un comité carnavalesco, presidido por el profesor Cabezaprivilegiada y con Carl Future en la secretaría técnica y logística, y todos, uno tras de otro, el primero Milarepa, fueron pasando por las cabañas de ramas, cañas y hojas que todos contribuyeron a levantar. Allí se les tatuó la piel con dibujos surrealistas, diseñados por don Alcanfor, naturalistas, diseñados por el millonario Slictik, místicos y mandálicos, diseñados por Milarepa y en cada tatuaje, elegido por el cuerpo desnudo correspondiente, se mostró toda la imaginación malévola producto de la sacudiría del mal que la humanidad adquiriría con el tiempo. Tan solo Adán y Eva, Eva y Adán, para que la igualdad que algún día será alcanzada en el futuro de la especie humana asome ahora los pelos de su cabeza, no se tatuaron porque aún no eran consciente de su desnudez, aunque sí de la desnudez ajena, con lo que se cumplía el futuro proverbio de que antes ves la paja en ojo ajeno que la viga en el propio.
Milarepa pidió que se le taturan mandalas por todo el cuerpo, con el fin de que todo aquel, o aquella, que le mirara entrara en contemplación mística en lugar de abandonarse a los bajos instintos que nos tientan a todos cuando vemos cuerpos desnudos, incluso con barriga y arrugas, incluso con la fealdad que la erosión del tiempo siempre acaba deteriorando hasta las Venus más bellas. El millonario Slictik solicitó que se dibujaran sobre su piel escenas eróticas y que se alargara su miembro viril mediante un tatuaje reflectante. Y así fueron tatuándose todos, según sus preferencias e inhibiciones, que de todo hay en la viña del señor o en el jardín del Edén correspondiente.
El comité para los actos carnavalescos en el paraíso terrenal decidió que un carnaval sin música no era nada y un subcomité eligió los instrumentos musicales y a los artesanos que lo confeccionarían. De esta forma se formó una orquesta de flautas de pico, traveseras, de pan, ocarinas, quenas, flautas dulces, flautines, trompetas, trombones, etc etc, todos los ecéteras de madera. Se hicieron tambores, platillos, timbales, cajas, zambombas, baterías, castañuelas, etc, etc, todos los ecéteras de madera. Y así, poco a poco, día a día –días atemporales, por supuesto- se formó la orquesta, se formaron las comparsas, se destilaron vinos y licores (que no hacían daño porque aún no se había comido la manzana, pero sí embriagaban) y las fiestas de carnaval se iniciaron en el jardín del Edén con un millonario Slictik, completamente desmelenado que sacó a bailar a Eva mientras Adán sacaba a su vez a danzar a Karen Lactic y cada oveja se fue con su pareja y de esta forma al llegar la noche se hicieron antorchas (todas de madera) y comenzó el desfile al compás de la música, al ritmo de los tragos de licores variados y las comparsas desfilaron por la gran llanura y todos portaban máscaras y habían tatuado sus pieles y al frente del desfile iban nuestros primeros padres, desnudos y no tatuados, y después Milarepa, con las manos en la cabeza, porque ya preveía el mal que caería sobre toda la humanidad a través de la dichosa manzana, y luego el comité formado por el millonario, su encantadora esposa, el profesor, Carl Future y algunos más. Y luego la primera comparsa y luego la segunda y la tercera y así hasta…
Hasta que basta, que esto es muy cansado y necesito echarme un trago, de esos de antes del advenimiento del mal, cuando hasta las embriagueces no producían dolor de cabeza. Antes de caer la noche hizo su aparición el ocaso, que ya anunciaba a la primavera –atemporal, por supuesto- que asomaba su cabecita rubia, melenita de miel y vitalidad de joven que no conoce el otoño. Y de esta amable guisa se juntaron y ayuntaron el carnaval y la primavera. Pero de su progenie hablaremos otro día –atemporal, por supuesto-.
Continuará.


CARNAVAL EN PRIMAVERA EN EL JARDÍN DEL EDÉN
Cayó la noche sobre el jardín del Edén o Paraíso terrenal, que por ambos nombres sería conocido a lo largo de la dilatada historia del planeta o valle de lágrimas como lo llamaron algunos. El hecho de que fuera un paraíso no significa que tuviera que ser de día las veinticuatro horas, de hecho hay para quienes la noche es el paraíso y el día el infierno. Y el hecho de que en el paraíso no hubiera tiempo no significa que no fueran horas las que costaron al millonario seguir el desfile carnavalesco a lo largo de una oscuridad difusa y confusa, maldiciendo de sus pies desnudos que atrapaban todos los cardos que había en el jardín (hasta la más bella rosa tiene alguna espina, especialmente en la cintura).
Sonaba la música de las comparsas en la clara noche del jardín del Edén (antes habíamos dicho que era confusa, lo que no contradice lo anterior puesto que en el paraíso todo puede ser claro y confuso al mismo tiempo, o sea relativo o cuántico) y el gran desfile carnavalesco pasó el equinoccio nocturno y entró en primavera, como sin saberlo, por eso se la llamó “prima” “vera” o sea la primera verdad con que se topó el desfile, que serían muchas más y algunas tan malignas y terribles como el gusano en la manzana.
Fue una suerte porque los magullados pies del millonario Slictik se acolcharon en un suelo de flores primaverales y virginales y las amapolas refrescaban sus tobillos y pantorrillas y estas bellísimas y encarnadas flores podían ser vistas por todo aquel que tuviera ojos, porque al llegar al Edén, como contrapeso a estar desnudos, fueron dotados de infrarrojos en los ojos. Y todos al percibir el florecimiento primaveral bebieron como Dionisos y Dionisas el licor o ambrosía de elevado octanaje que el profesor Cabezaprivilegiada había fermentado a toda prisa en tinajas de madera, con las frutas arborícolas, y así alcanzaron la solera de un buen vino en un vino y se fue, porque el tiempo en el Edén es caprichoso y corre que se las pela cuando le interesa.

Y con tanto vino y licor las alegres gargantas se explayaron en cantos gregorianos y en contrapuntos y fugas y la alegría y la felicidad hincharon los pechos, especialmente los de las damas, y los ojos turbios por el alcohol de los caballeros se volvieron más turbios y libidinosos y por el camino se fueron quedando unos y otras, otras y unos, escondidos entre matorrales y sobre el suelo alfombrado de florecillas o “floreciglias” como dirían con el tiempo y mucha historia unos cómicos hispanos. Y el desfile carnavalesco perdió adeptos pero no así intensidad, puesto que los músicos tocaban que se les pelaban las manos y las damas bailaban desnudas (la piel muy tatuada, pero como era de noche no se les veía bien) y las damas desnudas daban de beber a los caballeros tatuados pero desnudos y todo el mundo estaba alegre y era feliz. Por eso al jardín donde estaban Adán y Eva, nuestros primeros padres, se le llamó el jardín del Edén, donde las damas dicen “ven” y los caballeros “voy “ y todo susurra en el aire, ven, ven, ven al jardín del Edén. Y se le llamó el Paraíso, porque todos por el camino iban diciendo a las parejas que retozaban entre flores y amapolas, para, para, que te piso. Con las contracciones lingüísticas que sufrió la lengua embarazada no es de extrañar que el “para que te piso” se transformara en paraíso, y era terrenal porque la tierra acogía a todo aquel que la besara y no le negaba su fruto, como ocurriría más tarde, cuando llegara el mal y todo el mundo tuviera que besar la tierra reseca y a cambio recibiera lágrimas en la frente.

Y nuestros primeros padres, Eva y Adán, Adán y Eva, estaban muy contentos de tener tanta progenie sin previo embarazo y de que el tiempo se hubiera comprimido con tanto tino que allí hubieran llegado abuelos y nietos y tataradescendientes sin haber pasado antes por su vientre. Pero como les pareció mal que tan inmensa muchedumbre carnavalesca retozara sin su permiso, sin haber retozado ellos antes, decidieron perderse el desfile y encontrarse tras tupidos matorrales, sobre el florecido césped y buscar en el pecado el deseado embarazo, pero como aún no habían comido la manzana y descubierto que estaban desnudos y que mirarse y tocarse era pecado, Eva no se embarazaba ni a la de tres, y eso que se tocaban mucho, pero como entonces tocarse no era pecado, no se producía el castigo del embarazo y el parto con dolor. Y así retozaron nuestros primeros padres toda la noche y así continuó el desfile carnavalesco y la primavera asomaba su rubia cabecita tras el dorado horizonte y la primera alborada de la primera primavera del mundo se fue haciendo presente ante los ojos cerrados de la mayoría y los últimos suspiros de los retozantes.

Continuará… si no castigan a este narrador por crónica tan blasfema.
EL ÁRBOL DE LA CIENCIA DEL BIEN Y DEL MAL
Nadie recuerda nada tras una noche de carnaval “comme il faut”, ni nuestros amigos, que se bebieron todo el alcohol destilado por el profesor Cabezaprivilegiada, ni este narrador que se animó a celebrar el carnaval por su cuenta, entre párrafo y párrafo, bebiendo todo lo que quedaba en mi bar casero. Me disculparán ustedes si aligero un poco la narración y procuro estar sobrio, aunque con la inevitable resaca pos-carnaval.
Aquella tarde todos se levantaron con resaca en el Jardín del Edén (que será edénico pero no tonto, el que la hace la paga) y donde pudieron y como pudieron. Podría decir que se organizó una buena orgía carnavalesca, pero no sería muy cierto, dado que el alcohol no es precisamente un afrodisíaco y aunque lo fuera o fuese lo cierto es que si no te acuerdas de lo que hiciste aquella noche y con quién, es como si no hubieras hecho nada.
Nuestros primeros padres, que habían pillado la primera borrachera de su vida, antes de que su descendiente Noé probara la uva pisada y fermentada, y que sabían muy bien lo generoso que podía ser aquel jardín, se acercaron a un árbol cualquiera y pidieron una fruta jugosa y medicinal. La fruta cayó del árbol y ellos se la comieron y se sintieron mucho mejor. Los resacosos huéspedes del jardín hicieron tres cuartos de lo mismo y se sintieron mejor, pero la desgracia siempre tiene nombre, venga sola o acompañada, y en este caso su nombre es Slictik, concretamente millonario Slictik. Su esposa Karen Lactic le ofreció una manzana del árbol del que habían comido ya todos, pero este buen hombre, sea porque se sentía celoso de las miradas de Adán a su costilla o sea porque siempre tenía que llevar la contraria en todo a Karen, lo cierto es que dijo que él de aquella manzana no comía. Se puso las manos sobre los ojos, como anteojeras de burro, y mirando al gran árbol copudo que elevaba sus ramas y su grácil tronco en medio de la llanura o sabana, comenzó a dar grandes voces diciendo que él solo comería manzanas de aquel árbol.
Adán intentó convencerle de que no fuera tan cerril y comiera de cualquier otro puesto que el creador les había advertido, y bien advertido, que nunca comieran de aquel árbol o sufrirían las consecuencias. Incluso Eva se acercó, cariñosa, y comenzó a hablarle con seductora voz y a prodigarle todo tipo de caricias, algunas muy íntimas. Tal vez en otro momento el millonario Slictik se hubiera olvidado de Karen y de Adán y de dónde y como pasaron o no pasaron la noche y lo que hicieron o deshicieron, contemplando a aquella espléndida rubia (la primera de la humanidad, y sí Eva era rubia digan lo que digan algunos historiadores) que estaba tan desnuda y maciza como el creador la había traído al mundo. Pero el millonario Slictik era muy suyo, muy cerril y muy cabezón, y decidió que no se olvidaría de la presunta infidelidad de Karen con Adán recreándose él con Eva y que si decía que iba a comer la manzana de aquel árbol, se la comería, así llegara el Apocalipsis y el cielo cayera sobre su cabeza.
Foto abducida a Patxii porque me pareció espléndida para representar la primevera que se nos va, y todo por culpa del millonario Slictik, a él es a quien hay que pedir cuentas.
Fueron inútiles las súplicas de nuestros primeros padres y las de Karen, deshecha en lágrimas, y las de todos los desfilantes carnavalescos, muchos y variados, Slictik se mantuvo erre que erre y se lanzó a toda carrera hacia aquel árbol copudo. Los demás le siguieron, curiosos los que nada sabían y cariacontecidos los que sí sabían (Adán y Eva) y hasta Milarepa se barruntaba algo porque decidió sentarse en postura del loto y levitar hasta el árbol, donde llegó antes que Slictik y los demás.
Tan pronto el cabezón millonario estuvo bajo sus ramas suplicó una manzana jugosa. Entonces una sibilina serpiente se manifestó (había permanecido camuflada todo el tiempo) y le ofreció una manzana al buen hombre. No se sabe muy bien si fue un descuido de la serpiente, que dejó que Slictik viera su cara demoniaca, de demonio macho sin ir más lejos, o bien que la imaginación celosa del hombre le representó a la serpiente como una serpiente macho y no hembra, el caso es que se negó a comer la manzana, al menos el primero. Su esposa Karen se acercó y con paciencia infinita decidió comérsela ella primero, al menos dar un mordisco, para que Slictik comprobara que no estaba envenenada. Pero fue Eva la que se adelantó a todos, y como madre universal que era, generosa hasta las caderas y dispuesta a sufrir cualquier castigo que mereciera la humanidad, tomó la manzana de la boca de la serpiente y se dispuso a llevársela a la boca.
Antes miró a todo el mundo, consciente de que la historia de la humanidad se bifurcaba en aquel momento y lo que pudo haber sido una historia de miel sobre hojuelas se convertiría en la demoniaca caza del hombre por el hombre. Miró especialmente a Milarepa, que levitaba frente a ella, con los ojos muy abiertos, dudando si impedir la desgracia kármica o dejar que el karma actuara con todas sus consecuencias. Podía haber meditado con los ojos abiertos y tal vez hubiera hecho dudar a Eva, pero como no pudiera resistir la visión de sus encantos y la desnudez de sus formas, cerró los ojos y entró en meditación profunda. Eva se encontró sola frente al mundo y decidió comer la manzana y sufrir la maldición correspondiente. Y así nos encontramos con la paradoja de que por evitar un pecado y resistir a la tentación, concretamente de lujuria (el bueno de Milarepa), Eva comió la manzana y le pareció muy sabrosa y dio de comer a su esposo Adán, que comió el segundo y luego el millonario Slictik se la arrebató, pensando que podría partir la manzana en acciones y venderlas en bolsa, y también comió un poco para probarla y se la ofreció a Karen y así fueron comiendo todos.
Y he aquí que se escuchó una gran voz y el cielo se nubló y se hizo de noche en pleno día y la primavera se agostó y el verano tórrido quemó las flores y los frutos y toda la tierra se volvió yerma y el jardín se convirtió en erial y… Pero me disculparán que deje el final para un próximo capítulo, con tanto hablar del calor ¡me han entrado unas ganas de echarme la siesta!
Foto de Espartano, que he pillado sin permiso. Espero que le guste este robo de guante blanco y me perdone.