martes, 12 de agosto de 2014

CRAZYWORLD IX



MI PRIMER ALMUERZO EN CRAZYWORLD

Por suerte había llegado el momento de almorzar. Nos deslizamos hacia el interior del edificio. Jimmy se nos adelantó, simplemente para poder ceder gentilmente el paso a la dama en la puerta. De inmediato borró su buena obra lanzando un pellizco a las nalgas de la camarerita linda. Ésta se volvió con brusquedad y le arreó tal bofetón al “Pecas” que me persigné de modo automático, un gesto que tal vez significara algo en mi recuerdo o tal vez no. Tras el bofetón llegó un beso con lengua. Volví a persignarme. Tendría que comentarle al doctor Sun ese gesto instintivo. Lo anoté en mi agenda mental. ¡Dónde había ido a caer, Dios mío! También anoté ese “Dios mío”.
El comedor estaba ya repleto de pacientes. Me fijé por primera vez en lo variopinto de aquel universo de locos. Gente mayor, gente joven, mujeres, hombres; gente gruesa, delgada, vestida de etiqueta, de sport, algunos en chándal; Smith, que continuaba dormitando junto a la piscina, en pijama… También escuché numerosos acentos. La mayoría hablaba con la discreción y elegancia que mostraría la gente elegante en un restaurante de lujo. Otros gritaban como energúmenos. Algunos, los menos, permanecían en silencio. Todos sufrían alguna patología, algún trastorno mental, algo que, aunque no se viera, les incapacitaba para estar fuera con los cuerdos. Al menos eso pensaba el doctor Sun, aunque yo no era de la misma opinión. Aquello parecía uno de los círculos del infierno que Dante se olvidara de describir, tal vez para que sus lectores no se volvieran majaretas antes de tiempo.
Jimmy me condujo hacia la mesa cercana a la puerta de la cocina mientras la linda uniformada entraba en el lugar prohibido como Pedrita por su casa. Le pregunté a mi compañero si sería posible entrar a echar un vistazo. Olía bien, diría que muy bien. Me respondió que aquello sería un suicidio por mi parte. Las cocinas estaban al mando de un prestigioso chef, un tal Iñaki Lizorno, cuya historia no conocía pero que Jimmy comenzó a contarme como si se tratara de un cuento de las mil y una noches.

Al parecer Iñaki era un vasco. El Pecas tuvo que decirme que el país vasco quedaba en España y explicarme que España quedaba en Europa y explicarme que Europa estaba al otro lado del océano. Cuando pregunté qué era un océano y qué era Europa Jimmy decidió saltarse los trámites. Descubrí que mi amnesia era casi absoluta en cuanto a geografía. Al parecer Iñaki, como casi todos los vascos, cocinaba de maravilla y se hizo un chef prestigioso y luego millonario con su prestigiosa cocina. Pero su yerno, un hombre de indescifrable raza, se casó con su hija mayor y le hizo sombra con su cocina integral. Algo pasó en las neuronas de Iñaki y se volvió loco. Cuando se abrió Crazyworld el doctor Sun propuso al vasco como chef y éste aceptó con la condición de que no se lo cobrara un dólar por su estancia. Al parecer Iñaki podía estar loco pero no era tonto. Ahora dominaba la cocina como Napoleón dominó Europa y solo dejaba entrar en ella a quienes le caían bien, fueran o no empleados o pacientes. Tal vez usted le caiga bien… cuando le conozca… Y Jimmy se quedó pensativo. No sé si pensando en esa posibilidad o en cualquier otra cosa.
El silencio –quiero decir el mío, porque el comedor resonaba como un perol aporreado por Iñaki- se me hizo ominoso. Por eso pregunté.
-Jimmy, ¿cuántos pacientes hay en Crazyworld?
-Calculo que más de quinientos, aunque nunca los conté.
-¿Y siguen ingresando?
-No de forma habitual. De vez en cuando llega alguno de los que pasan por secretaría y se inscriben. Tu caso es único, al menos que yo recuerde.
-¿Nunca te has planteado organizar una revuelta y escapar?
-Prueba a convencer a un paciente de algo y se te quitaran las ganas de insistir. Aquí las revueltas no se organizan, suceden de forma imprevista y terminan de una forma más previsible. El doctor Sun encierra a los revoltosos en las celdas de aislamiento, experimenta con ellos sus nuevos trucos de hipnosis y cuando se cansa les suelta. A pocos les quedan ganas de rebelarse de nuevo.
-¿Tan duras son las celdas de aislamiento?

-Luego se las enseño. Allí le explico todo lo que hace el doctor Sun. Espero que después pierda cualquier deseo de molestarlo o de organizar una revuelta.
-¿Y no has intentado escapar solo?
-Una docena de veces, pero siempre te pillan. Las medidas de seguridad son infranqueables.
-¿Saben los demás que todos estamos aquí para siempre?
-La ingenuidad del novato no suele durar más de veinticuatro horas. Al segundo día todos acabamos sabiendo lo que nos espera.

Alice, la dulce camarerita, salió de la cocina con una bandeja. Jimmy la tiró un buen pellizco. De pronto, y sin previo aviso, una fuente de sopa se derramó sobre la cabeza del “Pecas”. Al parecer el horno no estaba para bollos, solo para sopita calentita para el nene. Yo estaba deseando que me contara más cosas, por ejemplo qué eran las celdas de aislamiento, o mejor aún, cómo había intentado escapar y qué le detuvo, pero Jimmy salió de estampida, muy quemado, a cambiarse de ropa y tal vez a darse una ducha fría y ponerse un poco de pomada en las quemaduras.
Mientras, pude entretenerme haciendo cábalas sobre los pacientes que se disponían a almorzar. Todos aparecían discretamente sentados y esperando con gran tranquilidad a ser servidos. Alice recogió la sopa derramada en el suelo con una fregona y luego con gran salero regresó a la cocina y volvió a salir con más sopa. Caminó unos pasos, ondulando su trasero como la popa de la más hermosa carabela. Fijé mi mirada hipnóticamente en un punto del espacio que, por casualidad, quedaba justo entre sus nalgas. Y entonces, como si hubiera notado mi mirada en su cuerpo, se volvió con brusquedad. Me pilló “in fraganti”, pero en lugar de enfadarse me sonrió pícaramente.
Se acercó hasta la mesa y me preguntó si tenía mucha hambre. Subrayó la palabra “hambre” con un tono tan tierno que me la hubiera comido allí mismo, sin descascarillar. Respondí que sí, por supuesto, y con un tono tan hambriento que ella colocó la sopera sobre la mesa y me fue llenando el plato a cucharones. Su uniforme era muy escotado y cada vez que se inclinaba para servirme casi metía los pezones en el plato. Me puse rojo, no de vergüenza, sino de lujuria mal contenida.
Ella terminó de servir y se enderezó. Al mirarme pudo leer en mi cara como en un mapa y en mis ojos el poema de amor que le estaba escribiendo. Eso debió gustarle mucho, porque inclinándose de nuevo, hasta que sus pechos rozaron mi nariz, me susurró a la oreja.
-Procura darle el esquinazo a Jimmy. Me gustaría hablar contigo a solas… muy a solas.
Desgraciadamente no pudo decir más, porque en ese momento reapareció Jimmy en el comedor. Hablando del Rey de Roma por la puerta asoma y hablando de mi mayor obstáculo para acceder a una charla íntima con Alice, allí reaparecía como un fantasma “El Pecas”. Se había cambiado de ropa y su cabeza aparecía con un vendaje tan aparatoso como el de una momia.
La dulce camarerita salió disparada, ondulando la popa al compás de sus zapatos de tacón, hacia el fondo del comedor, donde sirvió a un extraño paciente que gesticulaba sin cesar y parecía hablar consigo mismo como si hablara con una docena de personas.
-Esa zorra me quemó la cabeza. He tenido que ir a la enfermería y ya ves cómo me han dejado.
-¿Te duele mucho?
-Más me duele que se comporte así conmigo. Hace un tiempo era tan cariñosa como una osita de peluche y tan insaciable como una ninfómana. No me dejaba ni a sol ni a sombra. Y ahora cuando no me derrama sopa caliente sobre la cabeza me la derrama en la bragueta. No lo entiendo.
Jimmy se sentó. Procuré cambiar de tema, por la cuenta que me traía y también porque estaba muy intrigado con el paciente que no cesaba de gesticular y de hablar consigo mismo.
-¿Quién es aquel paciente, ese al que acaba de servir Alice? Me intriga su forma de hablar, es como si tuviera dentro mil personajes distintos.
-Al menos no se ha chivado al doctor Sun. Hubieras tenido que cenar solo mientras yo me pasaba la noche resistiéndome al doctor en una celda de aislamiento.
-Jimmy, escucha, ¿quién es aquel tipo?
-¡Ah, sí! Pues verás…
Continuará con el episodio titulado “El Sr. Múltiple personalidad”.

GUIA PARA LECTORES DE CRAZYWORLD

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CRAZYWORLD
EN ANTERIORES EPISODIOS
En una noche aciaga un deportivo colisiona con un árbol al salirse de la carretera. El conductor sale despedido y resulta traumatizado con la consiguiente amnesia o pérdida de memoria. Como puede se desliza por el bosque buscando ayuda. Se deja guiar por una luz a lo lejos y tras llamar al timbre se desmaya.
Despierta en una cama de hospital. Una enfermera muy extraña le mira de una manera aún más extraña. Por un momento el joven se cree en una película de vampiros. Con el tiempo descubrirá que se trata de Kathy, una paciente ninfómana a la que el director, el doctor Sun, permite hacer de enfermera para que se entretenga y deje de armar bulla.
Nuestro personaje descubrirá que ha ido a parar a un centro psiquiátrico para millonarios. Como no recuerda nada ni sabe quién es su única preocupación de momento es conocer el ambiente y que la memoria vaya regresando poco a poco. Así conocerá a Dolores una mujer mexicana con problemas de sobrepeso pero que es un verdadero encanto. Ella le cuida como una madre y le explica un poco de dónde ha caído y con quién debe tener cuidado.
El doctor Sun, el director médico del centro, le llama a su despacho, a donde le conduce en silla de ruedas un celador que es un auténtico bruto. Se llama Albert. El doctor Sun le hace un test de preguntas a las que nuestro personaje solo sabe responder con los datos físicos de la enfermera, de Kathy, que le ha producido una gran impresión. Al mismo tiempo se entera que el coche ha quedado para el desguace, que no se ha encontrado su cartera con sus datos y que según el doctor todo es cuestión de tiempo.
Al salir de la consulta de Sun Albert tropezará con Jimmy, un joven pecoso, al que apodan precisamente así, El Pecas. Le contará algunas cosas de Crazyworld y se ofrece como guía. Nuestro personaje irá descubriendo que aquello es un verdadero infierno, para ricos, pero infierno, nadie puede salir y aunque dan bien de comer y todo va sobre ruedas, y hay chicas guapas, no deja de ser una cárcel y la condena a cadena perpetua.
En el hall se encuentra durmiendo y roncando un tal John Smith, un asesino en serie al que por lo visto le gusta más roncar que matar y contar sus historias a todo el que pille a mano cuando está despierto.
Y como ha llegado la hora del almuerzo nuestro personaje y Jimmy el Pecas irán al comedor. Ahí nos hemos quedado y ahí continuamos en este episodio.

miércoles, 6 de agosto de 2014

TERROR EN LAS MENTES II


                        TERROR EN LAS MENTES II PARTE



                  CARTAS MENTALES DEL TELÉPATA LOCO

                        CARTA MENTAL PRIMERA

         (RECIBIDA EN UN MOMENTO DE DESCUIDO CUANDO ME IBA A LA CAMA)

         
Estimado Sr: Me dirijo a Vd., no porque sea, ni mucho menos, la mente más receptiva que he encontrado en mi camino telepático, sino por razones que sólo a mí competen.

Mi deseo es que al recibo de la presente se encuentre bien de salud psíquica, la única que realmente cuenta para los verdaderos entendidos en la materia. Con su aquiescencia, o contra su voluntad, voy  a contarle mi vida en dosis inocuas para su cabeza de chorlito. El esfuerzo que supone, para ambas-dos-partes, este tipo de correo me obliga a ser conciso y preciso.

Mañana, a más tardar, recibirá la primera carta telepática en la que le explicaré cómo empezó esta vaina. No es preciso que nos citemos a hora concreta, ni se requiere una especial preparación. Eso sí, no intente rechazar la misiva o sufrirá muy severas consecuencias.

Suyo affto.
El telépata loco.



       Querido amigo: Le aconsejo que no se haga ilusiones por lo de amigo, los telépatas no tenemos amigos y menos aún si somos locos, como un servidor de vuecencia, de quien dicen que está como un cencerro, tal vez porque la meta de todo cencerro que se precie no es otra que dar badajazos en el vacío llamando a quien no quiere oírle. A los locos se nos desprecia por entender que con ellos no puede existir la menor base de comunicación. El loco, dicen, carece de lógica, y puede que sea verdad, aunque vista la lógica de que hacen gala la mayoría de los cuerdos -no quiero englobarles a todos porque hay dos o tres majetes- uno se pregunta y con razón, es un decir, discúlpeme usted,  si eso de la lógica no será una mentira útil, para imponer al otro una forma de vida con la que no estoy de acuerdo, por razones, y dale, que no serán razones, según ustedes, pero que ahí están.

Le he escogido, querido amigo, como receptor de mis cartas telepáticas, porque la razón de la sinrazón que ocupa mi mente, así dormido como despierto, así lo ha dispuesto. Tendrá pues que sufrirme, lo quiera o no, porque los buzones mentales no tienen llave o al menos usted no tiene ninguna. Dicen que la información es poder y yo tengo muchos más datos que vuecencia. Por lo tanto a aguantarse tocan y sino vaya a comprar en el primer supermercado que encuentre dos latas, de a kilo, de poder.

Con tantos circunloquios hoy ya no puedo contarle nada de mi vida. Lo dejaremos para otra ocasión porque este correo es muy trabajoso, oiga. Me veo precisado a orientar la antena en su dirección y luego enchufar las ondas con fuerza para que no se pierdan en el aire y después y por último pensar dos veces cada pensamiento, una para redactar y otra para enviar. Esto supone mucho más esfuerzo del que usted imagina. Permítame que lo dejemos para mañana.
Suyo affto.
El telépata loco.
  


Mis vidas ficticias I (No es fácil la vida del millonario)

                 


                   MIS VIDAS FICTICIAS
     EL MEJOR CULEBRÓN DE LA NUEVA TELEVISIÓN (FICCIÓN DESMEDIDA F$D)


             A MODO DE PRÓLOGO O PRESENTACIÓN DE LA SERIE

 En estos tiempos en que entrar y salir del armario se ha convertido en una necesidad tan natural de nuestras psicologías como beberse un vaso de agua lo es para nuestra biología, decidí encargar a un amiguete, carpintero él y de los mejores, que me construyera un gran armario empotrado en mi dormitorio. De esta manera las transformaciones a que me va obligar mi nueva vida de ente ficticio se realizarán con toda naturalidad -gran palabra-.

El armario empotrado se hizo y en tiempo record. Al terminar mi amiguete me preguntó para qué necesitaba algo tan estrambótico. En realidad él no conoce esta palabra, literalmente me dijo: y ahora me vas a explicar para qué c... necesitas tu esto. Le contesté muy serio que necesitaba un gran armario porque iba a comprar un guardarropa de primera, como el que usa la gente guay de este país. Se echó a reír: a otro perro con ese hueso. Así que me vi obligado a improvisar.



Le hablé de mi plan secreto: secuestrar a la vecinita del quinto, retenerla en el armario y visitarla de vez en cuando para ver cómo le iba la vida de clausura. Me miró de hito en hito sin saber si tomárselo o no a broma. Finalmente decidió que la vecinita del quinto, a la que ha visto un par de veces en el ascensor, podía perfectamente sacar a la superficie los más bajos instintos de un ser humano y conociéndome como me conoce sabe muy bien que no necesito de muchos ruegos para dejar que mis más bajos instintos salgan al prado y se pongan a pacer como pacíficos bóvidos (él sabe que toda mi agresividad se me va por la boca).

Para celebrarlo le invité a un piscolabis, con embutido y jamón de lo mejor, una tortilla de patata de primera -no soy mal cocinero- y un vinillo de marca que quitaba el hipo. Lo pasamos como los indios en un mar de cabelleras y nos reímos mucho imaginando el susto de la rotunda vecinita.

En cuanto se marchó comencé a decorar interiores, me introduje en el armario y puse los mejores posters de chicas desnudas, comprados expresamente para la ocasión. Al cabo de unos días me hice con un sillón de barbería, de los antiguos, adquirido en una tienda de antigüedades, bastante cutre por cierto, un televisor, un video y unas estanterias para mis videos porno. Además de todo esto hay algunas cosillas de tecnología avanzada que por supuesto no voy a revelar.

Terminados estos preparativos todo estaba preparado en el laboratorio del Dr. Jekyl para convertirse en Mr. Hyde. ¿Que esto es una tontería?, cierto, pero mayores tonterías vemos en la caja tonta y nadie se rasga las vestiduras. ¿Que necesitaría un psicoanálisis?, y quién no, pero a ver quién es el guapo que me paga aunque solo sea unas cuantas sesiones.

De todas formas no les voy a dejar con las ganas de echarse al diente una explicación. Privarles de eso sería tener tan mala leche como negarles el duro currusco del bocata que vamos a tirar a la papelera a un mendigo que nos mira cariacontecido con la boca abierta, enseñando una dentadura sucia y cariada.

Les voy a dejar con parte de la explicación que el pijo del narrador de esa historia pretendía colarnos en un caño futbolístico de antología:

"La necesidad de huir de un entorno hostil es la causa primordial por la que todo ser humano ha sido dotado con esa maravillosa cualidad que llamamos fantasía o imaginación. No tenemos las gráciles patitas del ciervo para salir saltando como si tuviera muelles en los pies, ni su prodigioso olfato para oler a un depredador a varias leguas a la redonda. Tampoco hemos sido dotados por la naturaleza de la envergadura, las garras y mandíbulas de un leon o un oso, pongamos por caso.

Tanta indefensión nos condena a la extinción fulminante, por eso la madraza naturaleza, siempre pendiente de sus hijos, nos dotó de inteligencia para engañar a depredadores más fuertes y ágiles y dentro de esta inteligencia nos concedió el don entre los dones, la fantasía, mediante la cual conseguimos inhibir la agresividad que nos pone los pelos de punta cuando otro ejemplar de nuestra especie, siempre más estúpido, pretende darnos por donde más amargan los pepinos.

El gran avance de la especie humana es haber establecido una sociedad en la que los apretones de mano, la suave inclinación de cerviz, la sonrisa amable -palillil-, y otras formas de educada convivencia nos permiten solventar las constantes diferencias con otros miembros de nuestra especie.

Pero no obstante ello hay momentos en que la agresión del entorno es tan salvaje que solo se le puede hacer frente con la terrible agresividad del depredador, algo muy mal visto y peor castigado. Por ello preferimos huir por piernas mediante el fácil recurso de nuestra imaginación. La huida al paraíso nos ha librado y nos seguirá librando de un montón de tragedias shakespearianas.

"Seguramente no existe mejor ejercicio para comprender al prójimo -¿quién quiere comprender algo así?, este narrador es más pijo de lo que parecía-, siempre tan lejano, que despertar nuestra dormida facultad de empatía para vivir vidas ajenas desde el mismo centro de esas vidas, es decir debajo de su piel, no utilizando prismáticos para espiarles morbosamente en su intimidad o comunicándonos mediante videoconferencias desde la gran colina de la indiferencia.

"Transformarse cada día en uno de esos personajes que tanto vemos en la caja tonta nos puede dar una nueva perspectiva del hermano famoso siempre tan necesitado de nuestra comprensión y cariño".

Bueno, bueno, cortemos esta riada de neuronas o el pobre narrador se va a quedar más pelado que el protagonista de la jungla de cristal. ¿Cómo se llama?...Huuum... Bueno dejémoslo, mi memoria nunca ha sido un prodigio precisamente.

En fin, Serafín, que este juego consiste en transformarse, para ello tengo el armario empotrado precisamente, en todos aquellos personajes que usted hubiera querido ser pero que no podrá ser nunca bien porque no tiene bastante pasta gansa, bien porque es usted un rato feo y contrahecho, bien porque unos nacen con estrella y otros estrellados y eso no tiene remedio, o por una lista de causas que serían más largas que las que encontraría un buen economista para explicarnos porqué unos son tan ricos y otros semos tan pobres que nos da la risa cuando pensamos en ello.

                         MIIIISSSS    VIIIIDAAAAS     FIIIIICTICIIIIAAAASSSSS

            LA NUEVA SERIE TELEVISIVA QUE ESTÁ ARRASANDO EN LAS CLOACAS DE NUESTRA SOCIEDAD/ EMITIDA EN DIRECTO, EN ABIERTO Y SOLO EN CANAL 

                                  F$&

                  PRIMERA TEMPORADA

                  NO ES FÁCIL LA VIDA DEL MILLONARIO

              



EPISODIO NUMBER ONE


 Cuando el hastío empieza a roerte por dentro es preciso buscar una salida aunque sea tan estrecha como el agujerito de un hormiguero. Esto diría el pijo del narrador pero permítanme que le ponga un esparadrapo en la boca... Ya está, no nos volverá a molestar, se lo prometo.

Estaba yo delante de la caja tonta, lo que es un decir porque en realidad mi posición exacta era escorado a la derecha de la proa que como la estrella polar me indica el norte. Y estaba tumbado por supuesto en el sofá comiendo unas patatitas fritas de una gran bolsa que se sostenía milagrosamente sobre mi barriga al aire. El caso es que veía o fingía ver el telediario, pongamos de las nueve de la noche, cuando algo me llamó la atención: unos simples números en la pantalla estaban tocando las campanitas que habían tenido todo el rato escondidas en algún sitio.

Mis 120 kilos de peso salieron disparados, rodaron por el suelo y en un pis-pas me encontré en mi sucia y maloliente habitación. Busqué por el suelo los pantalones y en los bolsillos mi cartera. De la cartera saqué el resguardo de la apuesta y miré los números al son de los tambores que comenzaban a redoblar en el interior de mi víscera, porque la verdad era que empezaba ya a ser consciente de cómo estaba cambiando mi vida.

¿Qué hace un hombre, aunque ese hombre sea yo cuando pisa de puntillitas el terreno vedado al 99% de los humanos? Muy sencillo, lo primero es lo primero: hay que comprobar si el menda sufre una alucinación o está metido en un sueño muy, muy raro. Porque no es fácil pasar del más "joio" anonimato a la fama más desperejilante, del servilismo estúpido de un don nadie al poder omnímodo y casi omnipotente del millonario que puede tenerlo casi todo con un chasquido de sus deditos de piel de alabastro. Desde luego no es fácil semejante transformación pero por algún sito hay que empezar a hacerle cosquillas a lo difícil.

Vuelvo al salón, los números de la pantalla han desaparecido, coro a la cocina y enciendo la radio. Vuelvo a mi habitación y busco un bolígrafo en la mesita de noche -para las quinielas, no se vayan a pensar-. Regreso a la cocina, pero he olvidado el papel. Arranco la hoja del calendario, la vuelvo del revés y me dispongo a anotar. Anoto el silencio porque me he olvidado de encender la radio. Lo hago ahora, busco una emisora, espero las noticia y vuelo sobre las catástrofes de los desheredados en cualquier rincón del mundo como un dios volaría sobre las nubes. Tomo nota de todos los números con meticulosidad paranoide. Tengo la certeza de que son los correctos, pero no obstante antes de comprobar el resguardo bebo un vasito de agua porque tengo la boca muy seca. Compruebo al borde del infarto y ¡hale hop!, aquí tienen ustedes al nuevo millonario.

No puedo creérmelo. Corro al teléfono, llamo a información y me dan el número de la emisora de radio. Marco, espero, balbuceo, consiguen entenderme, me dicen los números correctos. Los compruebo y doy las gracias tan conmovido que la chica me pregunta si soy yo el afortunado -ya sabe que solo hay uno-, por lo visto quiere hacerme una entrevista. Digo que me he equivocado de número y cuelgo.

Salto, mis 120 kilitos de peso hacen retemblar la cocina, vuelvo a saltar sorprendido de la agilidad recién adquirida. Busco en el refrigerador algo para beber, necesito celebrar el evento. Solo veo cerveza. Descorcho una y me la bebo de un trago. Regreso al salón, ahora más tranquilo. El cajoncito con puerta que hace de mueble bar tiene aún alguna que otra botellita. Confieso que no soy un bebedor nato pero me gusta como a cualquiera darle al trinquin de vez en cuando.

Rebusco y encuentro una botella de cava que llevo religiosamente a enfriar. Aprovecho para servirme cubitos de hielo en un vaso largo, con él regreso al salón y me sirvo un güisqui largo, muy largo, casi triple. Bebo un largo trago y grito como Tarzán en la selva. Auuuu.....

En el piso de arriba alguien se molesta y golpea el suelo con fuerza. Si tu supieras, gilipollas, vendrías a lamerme los zapatos, digo por lo bajini temiendo que me oiga y se cuelgue del timbre de la puerta hasta que abra. Me siento en el sofá, trago patatas, con ansia estúpida -desde ya tengo para comprar unas cuantas fábricas de patatitas fritas-.

Bien, ¿y ahora qué?

          

A ver, lo primero es entregar el resguardo en un banco, con la condición del anonimato, o me llevo los millones a la competencia, eso convence a cualquiera. Mi banco habitual descartado, nunca olvidaré la conversación con el director en su despacho cuando puso las esposas a dos meses con números rojos -ellos son los culpables, señor director, no yo-. Una mala racha, me limité a decirle.

Usted es el rey de las malas rachas, quiero un ingreso que cubra esos números rojos más los intereses legales o le embargaré hasta los calzoncillos, suponiendo que lleve esa prenda, cosa que dudo, ¡so guarro! Nada mi banco habitual descartado, pero no me voy a privar de hacerle una visita al Sr. Director. Le diré: querido amigo, ahora es usted el rey de las malas rachas. Y le restregaré por la jeta el resguardo.

El muy cabrón no se cortó un pelo entonces. Ahora tendré mucho tiempo para planear la venganza de Ulzana -¿cómo saben que me gustan las películas del oeste?- mientras dos preciosas negritas, mulatitas, blanquitas o lo que sea -que nadie me acuse de racista- me abanican de los calores del Caribe, pongamos por caso. Decidido. Me buscaré un banco, pequeñajo, son los que mejor te tratan, y cuando ponga el dinerillo a trabajar ya me buscaré por ahí lo que me convenga.

Continuará.

                    FIN DEL PRIMER EPISODIO, NO SE PIERDAN EL SEGUNDO EL PRÓXIMO MIÉRCOLES, A LAS 22,30 HORA DE MÁXIMA AUDIENCIA O PLAYTIME
Slictik
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METRÓPOLIS VIRTUAL II


  LA CIUDAD PIRATA


Desde luego las ciudades piratas son actualmente lo más divertido de la Red. Todo lo marginal, lo pirata, ha sido lo más divertido a lo largo de la historia. Lo establecido, el stablishmen, el statu quo, será lo que sea, que no me voy a meter en juicios de valor, pero de divertido tiene poco.  Con la seriedad de entierro que acostumbran a exhibir los que van montados en ese burro, con perdón, no es extraño que todo el mundo se lance de cabeza a lo prohibido. Que no digo yo que no sea algo serio mantener a la bendita sociedad al margen de piratas y macarras pero una cosa es una cosa y otra ir por la vida con cara de entierro. Que ya sabemos que todos nos vamos a morir pero tampoco es cuestión de recordarlo todos los días y a todas horas. Vamos, digo yo.
La ciudad a la que me dirijo en mi cochecito virtual tiene el atrevido nombre de Viejos-verdes-City. Allí he quedado con el resto de la pandilla. Los que quedamos de aquellos heroicos tiempos de chats, foros, correos electrónicos y tortugas en la Red. Que no exagero nada con lo de tortugas porque simplemente en encender el ordenador y buscar una página te tirabas medio fin de semana. Algunos de ellos se han encontrado con la Parca virtual en cualquier esquina y se han colado por el agujero del cementerio de internautas donde recibes un entierro de primera si has cotizado la mitad de tu sueldo a las Cias de seguros virtuales que son unas verdaderas lobas. He tenido la desgracia de asistir a varios de estos sepelios con música de banda y muñequito orador con disfraz del Ejército de Salvación que está en todas partes, lo mismito que la divinidad. Otros colegas están demasiado doloridos ya para permitir que les trasladen del lecho del dolor al casco virtual del sudor. Ni siquiera las dulces y potentes enfermeras que nos ha puesto la S.S. consiguen animarles para este viaje infernal. ¡Quién nos iba a decir a nosotros, los jóvenes carrozas, que la S.S. no solo aguantaría el tirón del futuro sino que incluso llegaría a ser la multinacional por excelencia, más sólida que Fort Knox donde los yanquis siguen teniendo sus cuantiosas reservas de oro!

A mi me duelen todos los músculos -suponiendo que me quede alguno- y todos los huesos, que me quedan muchos,  de este cuerpo serrano que aún conservo, por llamarle de alguna manera. Pero os aseguro que nada ni nadie podrá evitar que moribundie bajo este casco virtual de nuestros dolores, que es un verdadero engorro, creánme. Sudaba como un bendito cuando a la entrada de la ciudad un muñequito vestido de policía federal me dio el alto. No me sorprendió lo más mínimo puesto que las autoridades de Metrópolis velan con ahinco por que se cumplan las normas. Una de las más importantes es no llevar nunca droga debajo de la ropa interior. Ya sé que les puede extrañar que unos simpáticos muñequitos actúen de manera tan incorrecta pero las drogas de diseño continúan haciendo furor y algún listillo ha inventado una droga-virus que oculta bajo la ropa interior y activada en el momento adecuado contamina el casco virtual del internauta real llevándole a curiosos mundos encuadrados dentro de un universo de saga de ciencia-ficción donde todos acaban perdiéndose en fantasías futuristas sin pies ni cabeza. Nadie que se sepa ha vuelto nunca de esos mundos por lo que las autoridades están aterrorizadas por el bajón de natalidad en Metrópolis, los internautas cada vez son menos y más viejos.

Dejé que el policía hurgara en mi ropa interior sin ningún miedo. Acostumbro a llevar siempre unos marianos viejos y remendados que antes utilizaba solo en invierno pero con los años uno va sintiendo más y más frío, incluso cuando suda. Le bastó el tacto de la vieja prenda de lana y un rápido vistazo para darse cuenta de que un servidor era inocuo por naturaleza. Son los jóvenes con su manía de llevar ropa interior de colorines y de andar probando siempre cualquier novedad que se les ponga al alcance los que más les preocupan. Alcé mi gorra en un saludo amistoso y puse el cochecito en marcha adentrándome por la calle principal de "Viejos-verdes-city".


Suena raro que justo a la entrada de una ciudad pirata nos espere un policía federal de Metrópolis. Es como si en un puti-club de los de antes un policía de uniforme vendiera entradas pero es que los tiempos han cambiado mucho y la tecnología ha avanzado tanto que cualquiera puede hoy construirse una ciudad pirata en el primer arrabal o desierto que se encuentre al paso y hay muchos. La posibilidad de controlar estas ciudades piratas es una entelequia a la que las autoridades renunciaron hace tiempo, incluso las más recalcitrantes. De esta manera se conforman con poner un miembro de las fuerzas del orden a la entrada de cada ciudad pirata para que se cumplan las normas más elementales. La principal es no llevar droga-virus que pueda acabar con la mínima tasa de natalidad capaz de mantener Metrópolis dentro de unos límites aceptables. Se dice que apenas nace un internauta por cada uno que muere. Un verdadero desastre que nadie sabe cómo remediar.

La ciudad pirata más famosa es "Las-Vegas-sueño-de-ludópatas", en inglés "Dream-ludopatín". Está controlada por las diferentes mafias piratas que se mueven por Metrópolis como Pedro por su casa. Cada una de ellas tiene su trozo de pastel muy bien delimitado y a nadie se le ocurriría comerse algo ajeno o sufriría una terrible indigestión virtual. Se la distingue muy fácilmente de las otras porque las fuerzas del orden son muñequitos de anchos hombros, sombrero caído sobre los ojos y trajes a la vieja moda de los años veinte del siglo del mismo guarismo. La moda retro sigue haciendo estragos y cada vez son más los que buscan en un pasado remoto la pátina de individualidad que todos hemos perdido en numerosas hemorragias virtuales.

Hace algún tiempo que no voy a Las Vegas porque el juego no ha sido nunca una de mis adicciones. De vez en cuando junto con la pandilla hacemos una escapada porque las muñequitas de los espectáculos musicales están de toma pan y moja. Alguna que otra vez merece la pena escuchar a un viejo cantante, de los de antes, que nos deleita con los viejos éxitos. La música de ahora es una especie de machaqueo insufrible a base de los más modernos instrumentos, sintetizadores de ensueño, que sólo se utilizan para encontrar el vellocino de oro del ritmo supermachacante. Tiene algunas otras atracciones divertidas que algún día les contaré.



Estaba deseando llegar al pub de Martina "La divina", una portorriqueña que quita el hipo a pesar de su edad provecta. Allí me estaría esperando toda la panda a la que tanto quiero y tanto me quiere. ¡Oh Dios mío qué recuerdos más deliciosos cada vez que veo sus viejas y feas caras!. Seguramente faltaría alguno ya demasiado dolorido para ser trasladado desde su lecho hasta el sillón superanatómico. Cada vez somos menos y es que ni en Metrópolis uno se libra de empalmar el cochecito al carro fúnebre de la Parca virtual que aún utiliza el viejo medio de transporte de la carroza tirada por caballos. ¡Pero vaya lo que corren los viejos percherones!. Me puse triste pensando que a mí también me llegaría la hora y gruesas gotas de sudor perlaron mi casta frente de viejo verde. Y eso que ya era de noche en "Viejos-verdes-City" porque aquí puedes salir de casa con un sol espléndido y pillarte una granizada en mitad de la autopista o hacerse de noche justo en lo que tardas en echar un pis ecológico en el arcén.

Estaba a punto de llegar al pub de Martina cuando apenas tuve tiempo de frenar para no cargarme a un muñequito que estaba gesticulando como un loco en medio del asfalto. Observé su uniforme y me puse a temblar. Se trata de un guardia de seguridad de la ciudad pirata. Son los peores, los más meticulosos y los más cencerros. No hay quien les aguante en cuanto se ponen a hacer tolón-tolón. No me atreví a bajar el cristal de la ventanilla, no me fío de que se acabe calentando y me suelte un sopapo. Di orden a mi casco virtual de que encendiera los altavoces exteriores del cochecito. El guardia gritaba como un energúmeno sin lograr hacerse entender y es que los cristales están hechos a prueba de bombas virtuales y de estrépitos no deseados. Los altavoces no solo me sirven para comunicarme con el exterior sino que recogen todos los sonidos del entorno hasta el límite que tú quieras, incluso la raspadura de un fósforo contra la cajetilla de tabaco de los fumadores empedernidos que no han sido capaces de dejarlo ni a tiros y las autoridades han tenido el detalle de permitirles fumar en público.

>>Pare el motor, amigo, tengo que registrar el coche.

Me había olvidado de advertirles que otra de las normas esenciales es llevar programas de contrabando en el maletero. Los hackers siguen haciendo de las suyas y no resulta especialmente gracioso quedarte paralizado en cualquier parte incluso en mitad de un beso a tornillo con una muñequita de las Vegas. Siguen pretendiendo apoderarse de Metrópolis y de todas las ciudades piratas que encuentren a su paso. Son como los caballos de Atila donde pisan ellos no vuelve a crecer el chip. Lo cierto es que llevan un tiempo tranquilos porque las autoridades de Metrópolis han decidido pagarles un canon por cada visitante. Guardan sus créditos en las cuentas cifradas de la banca-suiza-virtual (B.S.V.) que sigue siendo el inconmovible paraíso fiscal de la historia. Algunos rumores pretenden que los gobiernos virtuales empiezan a tener miedo de un golpe de estado virtual de los hackers pero es solo un rumor porque qué haría un hacker en el gobierno si precisamente lo suyo es hacer la puñeta al statu quo a cualquier precio.

A todos nos gustaría que se acabara de una vez el paraíso fiscal del B.S.V. porque cualquier tipo de guerra virtual termina siempre con las armas nucleares-víricas escondidas en sus cajas fuertes. Así no hay manera de acabar de una vez por todas con el armamento. Estas guerras son como ciclos climatológicos a los que uno se acaba acostumbrando. Que toca lluvia, pues lluvia, que toca guerra de hackers, pues qué le vamos a hacer. En este momento nadie sabe si estamos en primavera o en otoño y ¡maldito lo que nos importa!

A la orden del guardia respondí con una sacada de lengua de  total desvergüenza. A lo que respondió aquel con otra sacada de lengua mucho más larga y de color verde, supongo que ya había descubierto que se trataba de un viejo verde aunque no crean que algunos jóvenes y sobre todo jovencitas se dejan caer por aquí. Supongo que es el morbo que nunca muere. Mano de santo, pueden creerme, el guardia pasó de registrarme el coche y es que para mi suerte aún seguían conservando la contraseña de mi última visita. El guardia bajó la mano, esbozo una sonrisa de oreja a oreja y me hizo señas de que podía continuar mi accidentado camino.

La ciudad bulle de muñequitos que saltan como cabritillas locas y descorchan botellitas de champagne francés con un entusiasmo digno de la celebración de un nacimiento. Los viejos verdes somos así, alocados, llenos de vitalidad, todo lo queremos celebrar, sea lo que sea, y con champagne del bueno. Un corcho rebota en el parabrisas y me preparo para lo peor porque nadie escapa indemne a estas celebraciones.



Continuará.





MI VIDA FICTICIA EN EL CHAT III

 


Caí en la chatmanía. Así, como lo oyen. Me hice un adicto. Ya sé que actualmente esto de las adicciones suena a chunga. Uno se hace adicto a mirar las piernas a las señoras y acaba en la consulta de un psiquiatra confesando que se trata de una enfermedad que le impide llevar una vida normal. Falta de voluntad, esa es la causa de los males de nuestro tiempo, especialmente de la mayoría de las adicciones. Uno piensa que nunca le va a suceder lo que les sucede a los demás y se deja llevar por la corriente. Pero cuando más descuidado estás, ¡zás!, te pilla la adicción. Y les aseguro que no es cosa de risa.

Uno puede ser adicto al tabaco, al alcohol, al juego, al sexo... Y no sucede nada... o por lo menos pareces más normalito. Un chatmaniaco no pasa desapercibido porque deja de ir a trabajar, no sale de casa y cuando lo hace se va a un cyber-café de esos y cuando coge el coche va tecleando en el volante y cuando hace cola en una ventanilla teclea en la espalda del que está delante y cuando vas a comer te pones un trozo de hamburguesa en la boca y tecleas y tecleas hasta que al cabo de una hora notas algo en el estómago, como un vacío y es que no te has comido la hamburguesa. Te has olvidado de ella porque ya no comes, ni duermes, ni vives. Eres un chatmaniaco irredimible y sólo te interesa hacer nuevos amigos en el chat y gastar bromas y ligar con quien sea pero ligar.

Al principio pensé que no era una enfermedad grave aunque sí un poco molesta, pero ahora se ha convertido en un trastorno patológico de la personalidad que me tiene muy preocupado. ¿Qué me impulsó a ello?. Toda adicción nace de la necesidad de alcanzar una dosis de placer suficiente para lograr olvidarse de los problemas de la vida. ¿Cuáles son mis problemas? ¡Si yo les contara!

Les podría contar que estoy soltero y solo en la vida. ¡Buaahh!  En estos tiempos esto suena a algo natural. Todo el mundo está soltero aunque tenga compañera con la que compartir la media hora al día que te deja este ritmo enloquecedor. Pero si además les digo que no tengo pareja de hecho, que no tengo amigos de hecho, que no tenía nada de hecho hasta que me hice internauta (ahora todo es virtual, nada de hecho), entonces si les digo todas estas cosas, me comprenderán y disculparán esta adicción patológica que me esté volviendo loco.

No es extraño que haya caído en la chatmanía porque de esta situación a la adicción sólo había un paso. Necesito una dosis de placer suficiente, a todas horas, y necesito comunicarme, a todas horas y a cualquier precio. No me serviría ser rico ni famoso ni siquiera poderoso. Lo que yo necesito es comunicarme. Comunicación... Con hombres, con mujeres, con niños, con perros, con gatos, con plantas, con lo que sea, pero comunicación.

En el chat encontré lo que busco puesto que la comunicación es la esencia del chat y nunca acabas sabiendo si el que está al otro lado es un hombre, una mujer, un niño, un gato o una planta porque los alias todo lo enmascaran y porque las teclas pueden muy bien moverse solas en un baile de sambito virtual que acaba por convertirte en un Hamlet virtual. ¿Habrá alguien al otro lado o no lo habrá? La comunicación se logra, es cuestión de intentarlo, de intentarlo una y otra vez. Mis almas gemelas deben andar por alguna parte, perdidas, sin saber nada de mi. Es preciso que las encuentre, es preciso que se completen las medias naranjas y los medios limones. La comunicación entonces será perfecta y yo podré olvidarme de todos y cada uno de mis problemas.

Para combatir la chatmanía no hay estrategia que sirva. Buscas, buscas y buscas... y eso es todo. Ni la relajación, ni los somníferos, ni salir a pasear el perro ayuda lo más mínimo. Les voy a contar una pesadilla que sufrí anoche, justo anoche, para que se hagan una idea de lo inútil que es combatir esta adicción y lo espeluznante que resulta ser víctima de este monstruo insaciable.

Las pesadillas se caracterizan por una obsesión compulsiva del subconsciente que te obliga a huir toda la noche de un temor que no asumes en la vida real. Puede suceder que hables en sueños o te levantes sonámbulo o... Lo mío es peor, mucho peor, porque mi lecho, amplio, moderno y confortable, se vino a bajo de los saltos que estuve dando toda la noche. ¿Cómo es posible? Ahora les cuento.

Empezaré por el final para que se hagan una idea aproximada de lo ocurrido. Me desperté sobresaltado, mi brazo se alargó y encendió la lamparilla de la mesita de noche. La luz apagó mis temores pero mis carcajadas estuvieron a punto de despertar a todo el vecindario. Y es que la cama parecía haber sufrido una guerra muy cruenta porque en primer lugar las patas que la sostenían se habían desmoronado como las columnas del templo de los filisteos a los impulsos de Sansón. La ropa estaba por los suelos y enrevesada de tal manera que la conclusión lógica es que alguien había intentado transformarme en momia. Me encontraba a un palmo del suelo, justo el ancho del colchón. Por un momento pensé que me había convertido en un salvaje recién desembarcado en una moderna y confortable habitación pero al rememorar la pesadilla me consolé pensando que eso era lo mínimo que podía haber sucedido. Una catástrofe nimia para lo que pudo haber sido.

Era un chat misterioso, lo confieso. Y eso que he visitado tantos que ya es extraño de por sí que algún chat me parezca misterioso. Recuerdo que allí se hablaban todas las lenguas existentes y algunas más que debieron hablarse cuando lo de la torre de Babel. Un traductor simultáneo justo en la esquina derecha de la pantalla, arriba del todo, ponía al alcance de mi ojo, desmesuradamente abierto, impecables traducciones del ingles, francés, alemán, chino, japonés, etc. Etc. Todas las lenguas y dialectos del mundo, incluidas lenguas africanas como el watusi o el bantú, eran traducidos a tu lengua nativa por aquel programa infernal, de pesadilla vamos.

Miré la lista de asistentes y casi me caigo de culo. Ese debió ser el primer salto de la noche, el que quebró la primera pata de la cama. Actrices, top-models, famosas, aristócratas de buen y mal vivir, millonarias de mejor palpar, portadas de Penthouse o Playboy, pornostars (las conocía a todas por sus nombres); locutoras de televisión (las adoraba antes de ser chatmaniaco, ¡qué elegantes, qué dulces, qué bellas!
No podía ser cierto. Estaba soñando. Hice una pregunta rápida y la lancé al ruedo del chat. ¿Es un carnaval chatiano?  No me lo puedo creer. La respuesta llevaba una docena de signos de admiración por lo menos ¡¡¡imbécil¡¡¡ ¡¡¡eres...eres...eres...¡¡¡ ¿Aún no sabes que es el día de la rebelión de las famosas?. Se sienten solas. Los hombres que las rodean, que están en sus vidas íntimas, son unos eunucos (son sus propias palabras, no me echen a mi la culpa). Están buscando príncipes azules entre la clase internauta-proletaria-anónima. Expón tus cualidades, hazte valer. Tal vez ligues con la estrella de tus sueños. Y ahora déjanos en paz.

Repasé la lista: Michele Feifer, Claudia Chifer, Sharone Estone, Julita Robersss. Bellezas nacionales a porrillo que no mencionaré por miedo a la querella (las extranjeras no se van a enterar). Las pornoestar de cuerpos más conocidos, las aristócratas más emblemáticas y millones más de bellezas deslumbrantes a las que conocía por sus nombres de pila porque antes era un adicto a las revistas del corazón, a los programas televisivos de color rosa, a los comentarios radiofónicos sobre intimidades a la luz de los famosos. Las conocía a todas por sus nombres de pila y eso que eran millones. ¡Sé que no se lo van a creer!

Tocábamos a una docena por cabeza haciendo un rápido cálculo estadístico del número de internautas-prolotarios-anónimos dividido por el número de bellezas y elevado a la raíz cuadrada de Pi a la décima potencia. Instantáneamente llamé la atención de la Feifer pero el chat era un caos indescriptible. Mi parrafadita desaparecía por abajo antes de que acabara de escribirla por arriba. La cinta verbal del chat debía de estar perfectamente engrasada porque corría que se las pelaba. Cuando me ponía a buscar la contestación de la Feifer ya se me había metido en danza la Estone. Entonces rápidamente, instantáneamente escribía una nueva y seductora frase. "Estone, eres el amor de mi vida". No daba tiempo a más porque ya la frase se perdía por abajo a velocidad vertiginosa. Observé que la lista de chatianos nuevos se incrementaba en proporciones geométricas. Eran los alias más raros que nunca vi en la Red. Se recurría a la mitología pagana, a la inventiva más delirante.

Imaginé lo que estaba pasando. Los correos electrónicos, los móviles, las señales de humo estaban echando humo. Se quería comunicar a toda costa con los amiguetes porque éstos nunca te perdonarían no haberles llamado para el gran chat del milenio. Nunca te perdonaría haberles privado de la oportunidad de haber ligado con la Feifer o la Chifer o la Estone o la Robersss... Nunca. Así pues los que estaban en el ojo del huracán estaban llamando como locos a sus amiguetes de toda la vida quienes se incorporaban al chat como unos auténticos energúmenos.

Con cada incorporación se me iba uno de mis sueños. Se me iba la Feifer, se me iba la Chifer, se me iba la Estone, se me iba la Robersss. Aquello era una guerra de todos contra todos. Fue entonces cuando descubrí algo que en la sorpresa del inicio se me había pasado por alto. Un letrerito indicaba que si querías hablar en un reservado debías cliquear el nombre de la afortunada. Cliqueé a la Fifer con tanta dulzura que apenas rocé la tecla. Entré atropelladamente en el reservado y me vi boxeando con una centena de admiradores. La Feifer no dejaba de decir que uno por uno please. El traductor estaba tan ocupado que se olvidó de traducir el please. Comprendí que entre tanto bruto suelto solo una frase poética, un versito arrebatador me podría dar la chance sobre el resto. Mis deditos volaban sobre el teclado lanzando al ruedo versito tras versito. De pronto mis ojos asombrados vieron mi alas en la frase que la Feifer acababa de escribir. Quería saber más de mi, cómo me peinaba (soy calvo), si me gustaba el campo o la ciudad (dudé, todas las estrellas son animales urbanos).

Me sentía tan feliz que di otro bote que quebró la segunda pata de la cama. De pronto en otra esquina de la pantalla apareció un cuadradito con el nombre de la Feifer llamándome a voz en grito. Comprendí enseguida lo sucedido. No solo nosotros podíamos cliquear sobre sus nombres sino que ellas podían cliquear sobre los nuestros. ¡Qué felicidad hablar a solas con la Feifer!. ¿Pero qué es lo que está sucediendo?. Aparecen la Estone, la Chifer, la Roberss. Una docena de admiradoras habían descubierto que la Fifer tenía ya su príncipe azul encontrado en lo más profundo del pantano cenagoso del anonimato. Ahora todas querían conocerme. Boté y la tercera pata de la cama se vino abajo con estrépito.

La pantalla se llenó de cuadraditos. Todas querían hablar conmigo, en sus respectivos reservados, naturalmente. Intenté cliquear pero los cuadraditos se fueron haciendo más y más pequeños al aumentar el número en proporción geométrica a la información que corría veloz por todo el chat y por toda la Red. Toda, todas, sin excepción querían conocerme, a mi, a su príncipe azul. Mis ojos eran incapaces de ver nombres en los cuadraditos infinitesimales en que se había convertido la pantalla de mi ordenador. Los ojos sudaban, bailaban pero era imposible que pudieran ver nada. La pantalla estalló en infinitos pedazos como en un nuevo big-bang virtual y mis ojos se salieron de las órbitas y se perdieron cada uno por su lado y en dirección opuesta.

Boté por última vez y la cuarta pata de la cama se quebró con un estrépito indescriptible. ¡Ufff!. ¡Menos mal que todo era una pesadilla!. Con la luz encendida acaricié el lomo plastificado del despertador. Gracias a él había conseguido librarme del infierno.

¡Ufff!. ¡Vaya pesadilla!. Lo malo de la realidad virtual es que en un solo cable cogemos casi todos. Especialmente si el cable es de banda ancha. Lo que es ancha debe serlo un rato. No me imagino el camarote de los hermanos Marx en banda estrecha, no me llega la imaginación. Eso desde luego sería la remonda.

Continuará.


MI VIDA FICTICIA EN EL CHAT II




Y esperé...hasta que terminé por cansarme. Salí del chat, apagué el ordenador y me dije que mañana sería otro día, paloma mía.

Mi segunda experiencia fue aún más patética. Tuve la afortunada idea de mirar en las páginas eróticas. Imaginé que allí no tendría por qué haber tantas inhibiciones para charlar de cualquier cosa con cualquiera. ¡Santa ingenuidad!. Contemplaba arrobado a una encantadora señorita desnuda con la que me prometían hablar sin restricciones...del tiempo, pongamos por caso, y este chateador enmascarado cliqueaba sin perder un segundo; solo que en lugar de que la encantadora señorita desnuda te dijera "hola guapo" aparecía una ranurita virtual donde tenías que encajar tu tarjeta de crédito. Un descrédito para mis vacíos bolsillos. Si alguna otra vez se me ocurre hablar con bellas señoritas desnudas me iré a una playa nudista, se los prometo a ustedes.

Encima...o debajo (no pude enterarme de la posición exacta en que me encontraba en la página)observé, asombrado, como de algún lugar invisible se vomitaba publicidad a espuertas. Les paso a ustedes una pequeña muestra para que vayan abriendo boca.

"Sexo virtual a raudales. La página que usted estaba esperando. Un torrente de sexo que hundirá sus problemas cotidianos en el profundo pozo del olvido. Sexo hétero a la carta. Se lo hace con su cuñada, se lo hace con la vecina del quinto, se lo hace con su jefa y sus compañeras de trabajo en un polígono que dará mucho que hablar. Con quien ya no se lo hace es con su señora, pero no se preocupe, a nadie le interesa una historia con tan poco morbo. No obstante si necesita imaginar cómo sería con su señora no tiene mas que pedirlo. Sexo hétero a la carta. No se lo pierda.

¡Sexo filial! Se lo hacía con su hija (mayor de edad, por supuesto) hasta que un día descubrió en una imprevista prueba de ADN que su hija no era suya sino del vecino de enfrente.

¡Zoofilia! Se lo hacía hasta con las cucarachas de su fregadero expertas en cosquillear su clítoris. Su perro, celoso, se ahorcó en el garaje.

Gracias a Jehová que por fin acaba este interludio publicitario, creí que de esta no salía.

Decidí que era imprescindible aprender algo del lenguaje chatiano para no perderme o ahogarme en la sopa como un desgraciado pelo sin flotador. Cliqueo buscando información pero no hay mucha, tal vez piensen que la experiencia es la madre de la ciencia. A este paso cuando haya aprendido a manejarme como un buen chateador habré perdido hasta el último pelo en las innumerables sopas que se cuecen en las cocinas de los chats. Así no podrán volver a decir aquello de “hay un pelo en la sopa” como el marinero que grita a voz en cuello “hombre al agua”.

Me entero de que los esmailis son caras que expresan el alma del internauta, hasta son capaces de reflejar los pensamientos más íntimos. Es una pena porque en un principio llegué pensar que se trataba de la Smily de la “verdad  está ahí fuera” (¿o no se llama así?). Jugar con su carita de azucena mientras investiga ahí fuera me hacía cierta gracia, no lo voy a negar.

Las informaciones que obtengo hablan de que en los chats cada uno va a su bola, a su aire. Así me notaba yo raro, como que me faltaba la respiración. Seguramente me estaban robando el poco aire que me correspondía en el diminuto cubículo donde nos apretujábamos todos los “alias”. También hablan de que es conveniente presentarse y luego ya puedes ir a tu rollo, siempre hay un espabilado que se pone a chupar rueda. Que si alguien consigue sacar un tema de la alforja y todos se apuntan a la merendola mejor que mejor. Pero me imagino lo que debe ser conseguir que todos los chateadores se pongan de acuerdo en un tema. Si hasta los políticos, tan discretos y elegantes como son ellos tienen problemas para ponerse de acuerdo en algo, en un chat donde cada cual es de su padre y su madre, ambos “alias” de apellido, alcanzar un éxito semejante debe ser la repanocha, con perdón.

En fin, Serafín, que esto no me ayuda mucho. Busquemos experiencia y dejemos la teoría para los filósofos y sociólogos del mundo chatiano. Ya que de todas formas me van a poner de chupa de dómine –es inevitable- al menos que aprendamos algo. Intentaré engrasar mi oxidado francés. Puede que en vez de un pelo en la sopa me convierta en les “cheveux dans la soupe”. Cliqueo buscando la lengua de Balzac, un chat a mi medida, amplia, si es posible que solo esté yo para que nadie me diga cosas incomprensibles. A este respecto recuerdo la terrible sorpresa que me llevé cuando después de acceder a un chat me puse a hablar con mucho comedimiento y elegancia. Nadie me contestaba y ya empezaba a escamarme por la falta de educación del resto de chatianos (elevaba la voz, ponía media docena de signos admirativos e interrogativos, subí la voz hasta el grito desgarrado, y nada un silencio de muerte) cuando al mirar los bajos fondos del chat descubrí espantado que desde el principio me estaban informando del número de chatianos en aquel momento: uno. Ese soy yo pensé no sin cierto orgullo, pero ¿dónde se han metido los otros?. Conseguí dar un par de lametones al chupete, ya medio destripado, y entonces se hizo la luz. Si sólo estás tú por mucho que grites y patalees nadie te va a responder, ni siquiera el eco porque aquí las paredes son virtuales.

Ante el recuerdo de esta pesadilla comprobé primero quién estaba en el chat francés que me había agenciado. Cuando observé que no estaba solo ya que un par de “demoiselles” (a juzgar por sus “alias”, ¡cualquiera sabe lo que se oculta detrás!) se lo pasaban en grande dando a la sin hueso, me puse a escuchar la conversación con gran intensidad ya que mi francés no es lo que era. A pesar de sus murmullos desde el otro lado del pub, digo del chat, pude entender que estaban hablando de una ciudad de Canadá. ¡Toma ya!. No había caído en la cuenta de que Canadá tiene una zona francófona. No se ponían de acuerdo en la quedada, que si en el pub de Monsieur Platiní o en el de madame Berenjení. Esta es la mía, pensé, ahora me hago presente como caído del cielo y seguro que me invitan a tomar un irlandés o un vaso de Borgoña, cuando menos. Lo malo que tiene la Red es que te olvidas de que te separa todo un océano de tus compañeros de pub, digo de chat. Efectivamente ni corto ni perezoso y muy educadamente, por cierto, me presenté con mi mejor francés debajo del brazo. Ni caso...Elogio sus caritas de rosas canadienses, de Quebec, sin ir más lejos, y ellas a lo suyo que si fulanito está bueno, que si menganito es un plasta, que si prefiero quedar con zutanito...Continuo diciendo que estoy engrasando mi francés y quiero hacerme con un par de amigas con las que darle a la lengua...francesa, por supuesto.

El diablo que todo lo enreda enredó una vocal, concretamente una “e”, donde no debería haberse enredado y así me vi transformado en mujer sin pasar por el quirófano. Y claro...se armó el follón. Una le dice a la otra que tienen el equivalente de un pelo en la sopa solo que en francés. Claro que esto lo manifiestan con la proverbial buena educación francesa. La otra responde que no se preocupe que de trata “d’une folle”. “Une folle”, ¿moi?, es decir “yo”. ¡Pero por quién me han tomado estas deliciosas canadiensitas de Quebec!. Que acerquen la rodillita por debajo de la mesa y verán que la “folle” se transforma en un “crazzy love latin” o como se diga que no he tenido tiempo de mirar el diccionario. ¿Moi un travesti?. ¡Pero por quién me han tomado!

Repaso la conversación, no hay duda, es un error de mi oxidado francés y no la mala leche virtual de un par de francesitas. Su reacción es lógica ya que la mujer francesa, ya sea de París o de Quebec, tiene fama de amante apasionada y claro, que se meta un travesti en la sopa no debe sentar nada bien. Las disculpo. Ellas siguen hablando, por fin han decidido quedar en el pub de Platiní en lugar del del Madame Berenjeni. Me siento tan mal, estoy tan ruborizado, que me toco la mejilla con la palma de la mano derecha y poco falta para que esta noche cene hamburguesa a la parrilla, estoy ardiendo. No me sorprende porque ¡a quien se le ocurre hacerse pasar por travesti cuando tienes a dos deliciosas francesitas de Quebec ahí al lado, en la otra mesa del pub!. ¡Mon Dieu!, con lo que “moi” anheló siempre ligar con una francesita, con dos aún mejor.

Cliqueo con tanta furia que la puerta se cierra con un formidable portazo que hace temblar las paredes virtuales y el aspa se queda dando vueltas allá arriba como “une folle”.

Muerdo el chupete hasta hacerlo sangrar y me digo que por hoy ya he tenido bastante, mañana será otro día...Apagar...Aceptar...La pantalla pasa a negro de luto por el mayor error cometido por un “latin lover” en toda la historia de los amantes latinos desde Cesar y Cleopatra hasta Roger Vadim y la Garbo, digo la B.B. Brigitte Bardot. Ustedes disculpen pero es que hoy no es mi día.

Aurrevoire deliciosas francesitas de Quebec.


Continuará.
Slictik