Lo sé, lo sé, sé muy bien que el
alcohol me sienta fatal, aunque el escocés es el licor menos malo entre todos
los licores que conozco. El mueble-bar del doctorcito está repleto, luego dice
que no bebe, que es solo para las visitas y los pacientes que necesitan un
pequeño estímulo para romper a hablar. A mí no me engaña, él no sabe que le
espío con mucha discreción y me consta que de vez en cuando se arrea un buen
lingotazo, especialmente cuando está bajo de ánimo. También me consta que estos
bajones anímicos se deben en buena parte a su condición de soltero y solo en la
vida. Necesita una mujer a su lado, y no precisamente Rita la portera, una
solterona amargada, como suelen llamarlas los machistas. Intento pensar en ella
lo menos posible para evitar ataques empáticos. He dejado también de ironizar
al respecto con el doctor Sun porque el pobre se pone muy malito, y yo más. Al
principio de nuestra convivencia me gustaba mucho sacar el tema porque así
podía empatizar con él, disfrutando de sus fantasías. Se le ponía tal cara de
bobo que la empatía brotaba en mí sin tener que forzarla lo más mínimo.
Confieso, aunque eso nunca se lo he dicho al doctorcito en ninguna sesión, que a
veces me gusta empatizar con hombres que se están regodeando con fantasías
eróticas, es una de las pocas cosas agradables de mi enfermedad y trato de
sacarle provecho. No siempre estoy preparado para una empatía intensa, salvo
que sufra uno de mis famosos ataques, y debo utilizar algunas técnicas que yo
mismo he inventado, diseñado y perfeccionado para estos casos. Habitualmente la
empatía me pilla por sorpresa y casi siempre me ocurre con los peores
ejemplares de la especie humana que me rodean y en sus peores momentos. Ya es
mala suerte, con la cantidad de cosas agradables que tiene la vida, que mi
empatía se dirija a lo peor, a lo malsano. Como me dijo el doctorcito en una
ocasión, la cabra tira al monte y a la cabra de la mente le gustan los abismos
y precipicios. Según él era un dicho oriental, aunque yo creo que se inventa la
mayoría de cosas que me dice, achacándolas a gurús o autoridades de toda laya,
porque el pobre tiene la autoestima muy baja y eso me hace sufrir mucho cuando
empatizo con él.
Lo dicho, que el alcohol me sienta muy
mal, pero no puedo evitar arrearme lingotazos cuando me enfrento a situaciones
muy emotivas, y la lectura de mi propia historia clínica es de las peores.
Cometí el grave error de servirme una segunda copa y eso fue el acabose, porque
mi fantasía se lanza a darse cabezazos contra las paredes, o dicho de otra
forma, le pide a la memoria que le traiga un buen surtido de recuerdos, como
esas galletas surtidas de los supermercados, y me pongo a comer, picando aquí y
allá hasta vomitar. Recordé un episodio ocurrido por la mañana con Rita, otro
con un paciente de la tarde, que sufría un trastorno de la personalidad,
llamado al parecer Cluster A, del que yo no tenía la menor idea, así que me
puse a buscarlo en Internet y como me ocurre siempre que utilizo este veneno
psíquico para mí, como lo llama el doctor Sun, sufrí un pequeño ataque
empático. Me tiene prohibido utilizar internet, mi ordenador personal no está
conectado y el del doctor tiene una contraseña que aún no he logrado descifrar,
me vi obligado a utilizar el que Rita tiene en su portería, aprovechando que
había salido a hacer algunos recados. Hoy en día hasta las porteras tienen
ordenador y todo tipo de artilugios modernos que manejan con especial habilidad
para transmitirse los cotilleos vía redes sociales, especialmente lo que llaman
twitter, que al parecer viene a significar el piar de los pájaros en inglés, lo
que describe bastante bien el bosque virtual repleto de cotilleos, donde cada
pajarito o pajarraco pía o grazna como Dios le dio a entender. Dicho esto sin
ninguna animadversión hacia esta red social que apenas conozco y que nunca he
usado porque como bien dice el doctorcito es puro veneno psíquico para mí, y
más aún los cotilleos de las redes sociales que podrían producirme un ataque
tras otro hasta llegar al colapso.
Todo esto para decir que utilicé el
ordenador de Rita y busqué este trastorno de la personalidad. Que me perdone la
doctora Danielle Gerardino, psiquiatra, por haberme apropiado de un breve
resumen que encontré en Internet y que transcribo aquí porque de alguna manera
tengo que explicar el trastorno que sufría el paciente de esta mañana y que me
provocó un ligero ataque, cosa de poco.
Cluster A
Dentro del primer
cluster, podemos observar aquellas estructuras de personalidad que tienden a
hacer episodios o trastornos psicóticos (ver psicosis). Son personas retraídas,
aisladas, desconfiadas, excéntricas y con creencias raras, variando entre estas
características de acuerdo al tipo. Este grupo está
conformado por:
- Trastorno paranoide de la personalidad: Son personas desconfiadas en
exceso, de pocos amigos, creen que todo aquel que se les acerque lo hace
con una intención oculta, viven pendiente de su entorno, no manifiestan
información sobre ellos porque creen que puede ser usada en su contra, se
les dificulta realizar vínculos afectivos reales siendo solo los
familiares en la mayoría de los casos sus únicos allegados. Pueden tener
ideas reiterativas relacionadas con robo de sus pertenencias e inclusive
no toleran bien los obsequios o favores.
- Trastorno esquizoide de la personalidad: Se dice que en muchas
ocasiones, corresponde a la personalidad más cercana a la esquizofrenia y
otros trastornos psicóticos crónicos. Las personas con este tipo de
estructura son muy aisladas y viven sin ningún tipo de interés en las
otras personas. Para ellos el mundo puede ser vivido sin la ayuda de nadie
más por eso presentan dificultades laborales, vinculares, muy rara vez
consiguen pareja e inclusive, buscan trabajos aislados.
- Trastorno esquizotípico de la personalidad: son raros, excéntricos,
tienen creencias muy extrañas y particulares. Su sexualidad tiende a ser
ambigua con preferencias poco comunes. También tienden a ser aislados,
poco conversadores, con serias dificultades relacionales tanto con extraños
como familiares. De los tres tipos, este es uno de los más difíciles de
observar en la población.
También me interesé por el cluster B,
que copio aquí del blog de un tal Jacint Peris Roig médico
psiquiatra.
En este capítulo, clase o clúster están
las personalidades Antisocial, Límite, Histriónica y Narcicista.
A parte de la impulsividad e inmadurez
comparten rasgos comunes. Por ello hay que definir en una corta frase su
objetivo principal para poder entenderlos:
1.
La personalidad Antisocial se caracteriza
por tener como objetivo el dominio del otro por la fuerza.
2.
La personalidad Límite tiene por objetivo
principal el no sentirse abandonado por el otro.
3.
La personalidad Histriónica busca con desespero
llamar la atención.
4.
La personalidad Narcicista busca ser
admirado.
Y termino con el cluster C, creo que no
hay más, también de la bella doctora Gerardino, a la que no puedo empatizar de
otra manera que como una bella mujer, que me perdonen las feministas.
Cluster C:
En este grupo de
pacientes tenemos a los llamados ansiosos y temerosos. Se caracterizan por
presentar dificultades relacionales y poseer necesidades permanentes de
cuidado. Está conformado por:
- Trastorno por evitación: Son
personas con tendencias francas a aislarse de situaciones que puedan
conllevar riesgos tanto físicos como psicológicos (ej.: hablar en público,
solicitar información, etc.). Muestran un rechazo permanente a las
interacciones sociales precisamente por miedo a ser evaluados
negativamente o a recibir críticas. Suelen tener dificultades para
trabajar en equipo decidiéndose por trabajos individuales.
- Trastorno por dependencia: Son
personas que necesitan de la presencia de otras personas para poder llevar
a cabo sus actividades o mantener una rutina diaria. Es frecuente casos de
personas maltratadas por sus parejas que dudan poder llevar una vida
normal sin ellos o casos de personas que no pueden independizarse del
grupo familiar por temor a hacerse cargo de ellos mismos. Se preocupan
constantemente por sentirse solos o desasistidos conllevando a numerosos
problemas relacionales y laborales. Es frecuente la comorbilidad con el
uso de sustancias como el alcohol.
- Trastorno obsesivo: Se
caracterizan principalmente por un patrón de inflexibilidad y rigidez
hacia factores externos cotidianos. Son personas que difícilmente
presentan apego hacia sus allegados, poseen estructuras férreas con sus
familias, son poco tolerantes a los cambios y suelen tener dificultades
para obtener parejas. Son frecuentes las comorbilidades con otros
trastornos psiquiátricos como las depresiones o los trastornos de
ansiedad.
No logré averiguar a qué tipo de
cluster pertenecía el paciente de la mañana, pero es algo que haré en cualquier
momento, revisando su historia clínica, cuando el doctor Sun ronque o salga de
casa o se vaya al cine, una de las pocas actividades de ocio que le impulsan a
salir al exterior. Y todas estas disquisiciones a cuento del escocés del doctor
Sun y de todos los recuerdos que vinieron a mi cabeza, en procesión,
provocándome un serio ataque empático que intenté evitar tomándome un somnífero
y yéndome a dormir, otro grave error, porque en sueños mi control sobre la
empatía disminuye tanto que ni en los sueños lúcidos logro librarme de empatías
varias, pero al menos estando dormido no tengo que luchar por controlarme.
Sigamos con mi historia clínica, nada
más interesante. Como está fotocopiada no necesito acudir constantemente al
archivo del buen doctorcito, lo que acabaría delatándome, algo que de una
manera u otra y antes o después terminará por suceder, espero poder convencerle
entonces de que nunca tendrá un paciente más interesante y un secretario más
activo y cuidadoso. Aún recuerdo cómo Rita la portera ayudó al buen doctorcito
a tumbarme en el sofá, donde fui atado con correas. Rita se quedó detrás,
sentada en una silla, por precaución y el terapeuta comenzó a interrogar al
paciente. Interrogatorio que Sun, con su letra infernal, recogió en mi historia
clínica de esta manera:
-¿Hace mucho que le sucede esto que me
acaba de relatar?
-Desde niño doctor. Tengo recuerdos de
mi etapa de bebé, cuando aún no había sido destetado, y no son precisamente muy
agradables. Me ponía en lugar de la teta de mi querida mamá y me daba dentera.
-Se supone que si usted mamaba, querido
amigo, es que aún carecía de dientes, de otra forma hubiera sido destetado, por
la cuenta que le traía a su querida mamá.
-Disculpe, doctor, mi empatía a veces
me juega estas malas pasadas.
-Cuénteme algún hecho empático realmente
sorprendente que recuerde de su niñez.
-Hay varios. En cierta ocasión me puse
a confesarle mis pecados o pecaditos al cura-párroco de mi aldea. Justo en el
banco delantero estaba una guapa moza a la que eché un vistazo detallado,
porque a mí, doctor, me gustan las mozas desde niño, casi desde que fui
destetado. Jeje. No se enfade, me gusta contar un chiste de vez en cuando para
aliviar la tensión. El caso es que noté algo raro bajo la bragueta de mi
pantalón y mi pito se puso a cantar como un jilguero. Le parecerá una tontería,
doctor, pero nueve meses después la moza que esperaba para confesarse tras de
mi tuvo un rollizo bebé, que todos dicen era del cura. Este desapareció de la
aldea y nunca más se supo.
-¿Acertaba siempre con sus empatías?
-No, doctor, a veces me equivocaba de
medio a medio. Eso me ocurrió con mi papá. Cuando le pedía algo, creyéndole de
buen humor, me soltaba un bofetón terrible, porque estaba muy cabreado por
algo.
-Eso le demuestra, querido amigo, que
sus empatías no eran reales, yo diría que se trataba de pura imaginación, una
fantasía vivísima, por cierto. No es sorprendente que terminara en un bucle
obsesivo-compulsivo que es la manía más extraña que haya descubierto nunca en
mis muchos pacientes. Así no se puede vivir, querido amigo. Esa no es vida para
un ser humano. ¿Me permitirá que en la próxima sesión iniciemos una terapia
hipnótica? Mucho me temo que ninguna otra tendría efecto en usted.
-Como usted quiera, doctorcito, a
cambio le pido que me deje permanecer a su lado, como su sirviente, su
secretario, su factótum. Ya no puedo vivir en el mundo, ahora que sé que usted
es el único que podría curarme.
Y aquí debo dejarlo, presa de un ataque
grave de empatía. Aquel sería un momento decisivo en mi vida y solo de pensar
lo que habría sido de mí sin la compasión y generosidad del doctor Sun, se me
ponen los pelos como escarpias. Había empatizado tanto con él y con una
facilidad portentosa, que nunca había sentido hasta entonces, que de haberme
rechazado no quiero ni pensar en mis posibles reacciones, incluso violentas.
Peor aún me resulta recordar aquella primera sesión hipnótica en la que llegué
a una empatía total, casi mística, yo era el doctor Sun y nunca podría ya dejar
de serlo del todo. Necesito un somnífero, tal vez me tome dos o tres, solo el
sueño puede permitirme vivir las próximas horas. No soporto esta mísera vida,
dependiendo siempre de que la persona con la que empatice sea buena o mala, de
que las escenas que recree sean tranquilas y relajantes o tan emotivas que me
transforme en un hombre-lobo aullador.
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