lunes, 17 de julio de 2017

MI PRIMERA NOCHE CON KATHY V





MI PRIMERA NOCHE CON KATHY/ CONTINUACIÓN









Como soy amnésico no puedo recordar qué se siente al morir, pero sin duda debe ser algo parecido a lo que experimenté cuando el agotamiento brutal me hizo sufrir un fallo multiorgánico y perdí la consciencia de ser yo, de estar despierto y de percibir el latido del corazón, tan revolucionado como un fórmula uno en la recta final. Tampoco puedo saber el tiempo que permanecí en este estado catatónico porque si ya de por sí el tiempo es un misterio, cuando pierdes la consciencia y la recuperas lo mismo ha podido pasar un minuto, que un día, un año o un milenio, si el tiempo es el pensamiento en movimiento, si no piensas el tiempo no debería transcurrir, sin embargo esto no es así, porque en cuanto observas lo que ha cambiado en tu entorno te haces una idea cabal del tiempo transcurrido. Primero fue como una lluvia pertinaz sobre mi cara, luego un baño corporal refrigerante y espasmódico, y finalmente una ola de agua dulce que me golpeó el rostro como un tsunami, penetró por mi boca, bajó por mi tráquea e hizo que me sacudiera como un epiléptico, buscando un sorbo de aire con el ansia con que imagino que un zombi mordería la manzana de la vida, si esto existiera.


Abrí los ojos, cerré la boca y esperé a que el cuerpo dejara de sacudirse como una vara verde azotada por la tormenta. Entonces pude ver a una mujer enfundada en una toalla como en un preservativo, con una papelera entre sus pechos, con expresión preocupada que se fue aliviando hasta que su boca esbozó una sonrisa y luego estalló en carcajadas sincopadas. La sangre tardó en alcanzar mis neuronas, tras un largo viaje. Cuando al final las regó, como se riega un huerto en pleno desierto, con un chorro furioso e incontenible, pude recordar que aquella mujer era Kathy, o Catwoman sin su traje de superheroína, porque en el suelo, tras ella, aparecía desparramado su traje de gatita, de cuero, con costuras de goma, y unas prendas delicadas en color negro, que en un principio etiqueté de goma, aunque con posterioridad reflexioné que la ropa interior de goma no puede ser muy cómoda, en cambio sí lo serían si fueran de seda auténtica, transportada en camello por la ruta de la seda. Cuando mi memoria me representó la escena, la secuencia, la película pornográfica que habíamos vivido “in illo témpore” sentí un hormigueo por todo el cuerpo, una ola de calor impactante, una sensación como de sorpresa, como la que debió sentir Adán cuando Eva le propuso pecar y condenarse, probando el fruto oculto entre sus piernas, aunque luego fueran expulsados del paraíso y se sintieran desnudos por primera vez, aunque está claro que desnudos estaban y estuvieron desde el principio, porque no me imagino al propio dios confeccionando ropa sexista o encargándola a unos grandes almacenes.


Así me sentía yo, desnudo, agotado, porque por mucho tiempo que llevara inconsciente estaba claro que aún no me había recuperado. Las carcajadas de Kathy no contribuyeron a hacer que me sintiera mejor. ¿De qué se reía aquella tonta?


-Perdona, perdona, pero no he podido contenerme. Todos mis amantes quedan agotados la primera vez. Intentan que no se produzca una segunda, pero cuando sucede lo llevan mucho mejor, como cuando has entrenado concienzudamente para el maratón y no se te hace tan largo y agotador.


-¿Cuánto llevo así?


-Un buen rato. Me ha dado tiempo a ducharme con calma, a darme crema por todo el cuerpo, ha hacerme las uñas de manos y pies y luego he estado sentada un buen rato, observando tu tienda de campaña.


Me miré entre las piernas y casi me desmayo otra vez del susto. Porque mi pene-penito-pene seguía tan feliz, como si nada hubiera ocurrido.


-No te preocupes, esto no es como la viagra, dentro de un rato todo volverá a ser como antes, los efectos no son permanentes, en cuanto se rompe el contacto con mi clítoris las sustancias dejan de absorberse por la piel y se agotan en el torrente sanguíneo.


-Hablas como una doctora. Me gustaría levantarme, si no te importa, pero preferiría mantener una discreta distancia entre nosotros, al menos de momento.


-Lo entiendo, a todos les sucede lo mismo, aunque tu caso ha sido un poco especial, por un momento creí que te había perdido para siempre, no conseguía despertarte, ni con una toalla empapada, ni salpicando agua desde la papelera, al final parece que cuando te arrojé toda el agua a la cara tuviste que despertar o te hubieras ahogado.


-Vaya, muchas gracias Kathy, por jugarte mi vida a cara o cruz.









-Jajá, serás tonto, solo un idiota como tú puede pensar que iba a meter el plátano en la batidora sin haberle sacado antes todo el partido.


-Pues anda, que tu berenjena mágica parece salida de las mil y una noches.









-¿Berenjena mágica? Jajá.


Había sido muy torpe al desvelar mis más ocultos pensamientos. Intenté ponerme en pie y rechacé su ayuda cuando hizo un gesto de aproximarse. Como pude me volteé, me puse a cuatro patas, flexioné brazos y piernas y me arrojé a la cama como un saltador de trampolín a la piscina. Ya en ella me sentí más recuperado y busqué el lado contrario.


-No tengas miedo, que no voy a poner a funcionar tan pronto mi berenjena mágica, como tú la llamas, necesitas reponerte, además la noche es larga y nos va a dar tiempo a todo.


Fue entonces cuando comprendí qué era lo que me estaba rechinando desde que recuperara la consciencia. El silencio absoluto, ominoso, en que parecía sumido Crazyworld.


-Oye, creo que me engañas, he debido de estar desmayado mucho más tiempo del que das a entender. ¿Cómo es posible que todo esté tan silencioso, cuando antes parecía el infierno de los monos aulladores?


-Esta vez han debido de actuar con mucha contundencia, empleando dardos narcóticos. La mayoría debe de estar encerrada en las celdas de aislamiento. Las paredes son acolchadas y están insonorizadas. Seguramente el doctor Sun les está visitando uno por uno, hipnotizándoles para que se calmen del todo, trabajará con ellos toda la noche, intentando encontrar su maldito subconsciente colectivo, y puede que mañana seamos muy pocos en el comedor.

-Es una suerte que ese loro, la señorita Ruth, me haya encerrado por fuera, no me gustaría estar ahora en las garras de Sun.


-¿Prefieres estar en las mías? Jajá.


-Sí, pero por favor, no te acerques mucho.


-No temas, hombre de poca fe, solo cuando tu miembro roza mi clítoris la berenjena se hincha, mientras tanto soy como una mujer perfectamente normal.


-Lo creo, pero por Dios, no te quites la toalla, espero poder contener mi libido un rato, hasta que me vaya recuperando. ¿Qué te parece si me cuentas un poco de tu vida? ¿Cómo descubriste que eras un fenómeno de la naturaleza?

No hay comentarios:

Publicar un comentario